SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Ariel Pasini *
Cada 16 de septiembre volvemos a formularnos las mismas preguntas. ¿Cómo explicamos la Noche de los Lápices? ¿Cuál es su significado histórico?
Con la recuperación de la democracia los argentinos iniciamos la búsqueda de la verdad. Aún parcialmente, la conseguimos: pudimos saber, juntar los pedacitos dispersos e hilvanar un relato que dio cuenta de los oscuros años de terrorismo de Estado. Ese saber, no obstante, no fue la base de la memoria ni de la Justicia.
La memoria fue edulcorada y diluida porque se impuso la teoría de los dos demonios. Así fue que se construyó en el imaginario que los chicos de la Noche de los Lápices fueron víctimas de la sinrazón por el mero hecho de haberse movilizado en reclamo de un boleto estudiantil. Se enfatizó la candidez de los chicos para desdibujar su compromiso con un proyecto político de profundo sentido emancipatorio.
La Justicia no logró afirmarse porque sobrevinieron las leyes de impunidad. Esa claudicación signaría el destino de una democracia mutilada que quedó claramente encorsetada en los límites estrechos de una formalidad republicana disociada de los valores sustantivos de igualdad, integración y justicia.
En aquellos tiempos de desencanto, el recuerdo de cada 16 de septiembre era desde la bronca de la esperanza escamoteada, desde el dolor de la justicia segada.
Hoy vivimos otra etapa. La Justicia está en marcha y los genocidas vuelven a la cárcel. Surge entonces la pregunta: ¿cómo ejercer la memoria?, ¿cómo evocar la Noche de los Lápices y el recuerdo de esos seis compañeros que ya no están?
La memoria es un permanente ejercicio de reflexión sobre el presente a partir de la búsqueda de racionalidad y sentido al devenir histórico. No se trata de mirar hacia atrás para quedar convertidos en estatuas de sal. Se trata de comprender nuestro destino como una construcción colectiva que atañe a generaciones sucesivas unidas por un fuerte lazo de identidad y pertenencia común.
Así es que hoy podemos rescatar la memoria de Claudio de Acha, María Claudia Falcone, Horacio Ungaro, Daniel Racero, María Clara Ciocchini y Francisco López Muntaner. Lo queremos hacer a partir de la clara restitución del sentido histórico de su lucha y de su militancia
Estos chicos y chicas eran peronistas y militaban en la UES. Trabajaban en el movimiento estudiantil. Querían mucho más que un boleto. Tenían sueños, esperanzas, convicciones. Eran parte de un proyecto político. Eran parte de aquella juventud maravillosa que creyó necesario ofrendar hasta su propia vida en pos de la liberación nacional y social de nuestra Patria.
Esa historia alumbra parte de nuestro presente. Después de tantos dolores llegó la hora de la Verdad, la Memoria y la Justicia. No es patrimonio exclusivo de un gobierno. Es mucho más que eso: es una verdadera política de Estado que alumbra la posibilidad de construir una democracia comprometida con el objetivo inexcusable de la justicia social.
* Diputado Nacional FpV-PJ.
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