SOCIEDAD • SUBNOTA › LA ERIN BRONCOVICH DE LA RIBERA
› Por Mariana Carbajal
Diana Hurtado tiene 42 años y vive en La Ribera hace 27. Sin quererlo, se ha convertido en una especie de Erin Broncovich, aquella tenaz empleada de un estudio jurídico, que personificó en la película homónima la actriz Julia Roberts –el papel le valió un Oscar–, que investigó a fondo y logró descubrir que demasiadas personas que viven en los alrededores de las instalaciones de una empresa de gas y electricidad tienen cáncer a causa de la contaminación que genera la planta. Hurtado no vio el film. Vio y ve que en los alrededores de donde se produjo la pinchadura del poliducto hace veinte años hay gente, muchos chicos, con distintas afecciones, problemas de la piel, malformaciones, tumores. Hurtado encabeza el Centro Comunitario El Carrusel, ubicado en el barrio, al fondo de su casa, donde convoca a los vecinos a reunirse para analizar el problema. Su marido es portero en una escuela bonaerense. Los dos presentaron una demanda contra Repsol-YPF. Tres de sus siete hijos tienen distintos cuadros, que ella asocia a la mancha de combustible que los rodea hace dos décadas: Jorge, de 23, padece histiocitosis, una enfermedad inmunológica, que genera tumores. “Jorge tenía 3 años cuando se produjo la pinchadura del caño, él jugaba por ahí porque en ese entonces todo era campo, bañados por acá”, dice la mujer. Otras dos hijas suyas, Noelia, de 21 años, tiene eritroqueratodermia variable, una enfermedad que se caracteriza por lesiones escamosas en la piel, y María de Luján, de 11, tiene ganglioneuroma radiastino, un tumor benigno. “La operaron el año pasado pero le quedaron restos del tumor en la médula”, detalla. Hace un par de semanas le detectaron también que una ramificación del tumor le apareció cerca del cerebro. La tienen que someter a una operación compleja. Las historias clínicas de cada hijo las guarda prolijamente en bolsas de papel.
–¿Por qué no se van del barrio?–le preguntó Página/12. Hurtado se queda muda. Los ojos se le humedecen. Sorpresivamente, la pregunta la quiebra.
–Lo que quiero es que no sigan pasando estas cosas –dice con la voz entrecortada–. Es feo. Tenemos mamás muy jovencitas que están pasando por esta situación. Dos bebés nacieron con malformaciones y murieron. Hay nenas que se les cae la cara de las llagas que tienen en la piel. Esta lucha me enseñó que las cosas no hay que callarlas. Las grandes empresas no pueden hacer lo que quieren con nosotros. Mi pelea no es personal, es por las personas que no tienen la posibilidad de levantar la voz. Mis chicos tienen una cobertura social, pero la mayoría en el barrio no.
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