Dom 08.02.2009

SOCIEDAD • SUBNOTA

De empresaria a mucama

› Por Mariana Carbajal

Natividad Obeso recuerda lo duro que fue para ella el primer día que trabajó como empleada doméstica.

–La señora me trató muy mal –dice Natividad–. Nosotros a la pava la llamamos tacho o tetera. Y aquí al depósito de basura le dicen tacho. Yo soy de la sierra, y ahí no teníamos muchos productos de limpieza. Cuando llegué, la señora me dio un balde con un montón de productos y me mandó a limpiar el baño. Yo no sabía cómo se hacía. Era tan doloroso, tan chocante para mí... En mi casa tenía cuatro empleadas, una para mí, otra para mis hijos, otra para cocinar y otra para la limpieza.

El recuerdo otra vez la inunda. Natividad llora. No reniega del trabajo que le tocó emprender, le duele el recuerdo del maltrato, de la humillación. La patrona le pidió que le alcanzara la pava y ella pensó que tenía que encontrar un animalito de corral. Como no la veía le pidió maíz para llamarlo. La patrona le dijo que no entendía qué le decía, que no servía para nada, que era una inútil. Después le pidió el tacho y ella le llevó la pava. Otra vez los improperios. Natividad no terminó la jornada laboral: entre lágrimas, pidió irse.

Nota madre

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