SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Stefano Milani *
Desde Roma
Sangre, agua, alimentos, ropa, frazadas, pan, leche en polvo. Sirve casi todo para quienes de improviso lo perdieron todo. Una mano más para excavar bajo los escombros puede ser preciosa. Y cuando se trata de ofrecer ayuda los italianos no se echan atrás. Los aluviones de Florencia, Friuli, Irpinia y ahora el terremoto que golpeó los Abruzos. La historia se repite de modo trágico y la solidaridad no falta jamás. Desde el Trentino a Sicilia, de a millares, apenas apareció la noticia, se cargaron la mochila al hombro y sin pensar demasiado salieron en auto, o en tren, sin preocuparse de las rutas o vías bloqueadas, camino hacia la zona donde golpeó el sismo. A Bertolaso (titular de la Defensa Civil de L’Aquila) no le cae bien que sea una enorme masa de voluntarios porque corre el riesgo de “obstaculizar el engranaje de los socorros”. Por eso, alrededor del mediodía, el jefe de la protección civil se decidió a bloquear nada menos que las donaciones: “Hay mucha sangre, por ahora basta”. El propio Berlusconi calmó a los voluntarios: “La iniciativa de dar ayuda es mejor que por el momento no intervenga. Tenemos lo que hace falta”. Apelaciones inútiles. La máquina de la solidaridad está en marcha. Aprestan carpas, ofrecen pastas calientes a los sobrevivientes, entretienen y cuidan a los chicos. Y excavan, como pueden, buscando voces que pidan ayuda. Son médicos, estudiantes, ex militares, voluntarios de las más variadas asociaciones. La solidaridad corre a través de la red de Internet; en Facebook nace un grupo de ayuda cada diez minutos. La ayuda trasciende las fronteras y llega de todo el mundo.
* De Il Manifesto, de Roma. Especial para Página/12.
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