Mar 21.04.2009

SOCIEDAD • SUBNOTA

Una vida, tres miradas

Testimonios recogidos por Adrián Pérez

Por Pablo Jacovkis

Ex decano de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA

“Una mente muy analítica”

Klimovsky fue y es una personalidad muy importante en el ámbito académico. No tenía títulos oficiales pero sí era un verdadero autodidacta, conocido por su brillantez y aportes en diferentes grupos de trabajo y estudio. Al producirse la famosa “época de oro”, entre 1956 y 1966, fue nombrado enseguida profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires. Recuerdo que en 1964 tomé un curso dictado por él que me deslumbró, Teoría axiomática de conjuntos, donde demostró una enorme capacidad para difundir contenidos extremadamente complejos. En 1966, con la intervención de las universidades y el derrocamiento del presidente Illia, Klimovsky renunció a su cargo como muchos otros docentes. Tuvo contactos importantes con personalidades de las humanidades y fue uno de los fundadores de la Sociedad Argentina de Análisis Filosófico y en 1983, con la llegada a la presidencia de Alfonsín y el retorno a la democracia, fue nombrado decano normalizador de la Facultad de Ciencias Exactas, hasta 1985. También fue nombrado Profesor Emérito de la Universidad de Buenos Aires. Algo que debe recordarse es su importante labor como miembro de la Conadep. Klimovsky era una persona muy inteligente, con un enorme sentido de la ironía, una mente muy analítica y, además, una persona con la que era muy placentero discutir por su manejo elevado de la discusión. Además de tenerle un enorme respeto y admiración, me movilicé para que se lo nombrara, en 2006, Doctor Honoris Causa de la Universidad de Buenos Aires. Siempre lo recordaré como un profesor con mucha solvencia y seguridad para explicar problemas de lógica y matemática, y teoría de conjuntos.


Por Miguel Montserrat

Copresidente de la APDH

“Hombre de gran compromiso”

Acabamos de enterarnos de la muerte del doctor Gregorio Klimovsky y en la APDH estamos todos muy consternados. Su desaparición física es una noticia que nos llena de dolor, pero su labor como puntal en la lucha por los derechos humanos nos permitirá recordarlo como un hombre que tuvo una trayectoria muy destacada en el campo de la defensa de los derechos humanos. Seguramente, esta noche (por ayer) en la reunión de la mesa directiva emitiremos un documento recordatorio sobre su figura. No olvidemos que Klimovsky integró el consejo de presidencia de la asamblea –en los primeros años de la década del ’80– cuando fue invitado por su calidad de científico y hombre de la cultura, pero fundamentalmente por su gran compromiso en la defensa de los valores de la democracia. Además, formó parte de la Conadep, donde trabajó activamente en esa importante tarea realizada para reunir y clasificar las miles de denuncias de esa tragedia, que fue la aplicación de la desaparición forzada de personas, capítulo negro de la historia argentina que comenzó con la implantación de la dictadura militar. Por supuesto, vamos a expresar nuestras condolencias a sus familiares y recordaremos su aporte en la lucha por los derechos humanos.


Por Guillermo Boido

Docente de la Facultad de Ciencias Exactas (UBA)

“Un ser humano excepcional”

Desde el punto de vista académico, en la Argentina introdujo una serie de teorías de primera línea. Tiene una fama bien ganada en América latina por su obra, pero tal vez en este momento lo que más importe es su perfil como defensor de los derechos humanos. En este sentido, no fue un académico cerrado. Siempre se comprometió con la cultura y la sociedad. Fue un referente en política científica, educación y derechos humanos, un tipo muy generoso que muchas veces ha pagado viajes de su bolsillo para que sus discípulos se formaran en el exterior. Un verdadero maestro de la cultura argentina, que formó una cantidad enorme de investigadores, un hombre fundacional en su área, fundamentos de la lógica y la matemática. En cuanto a la producción de libros, mi experiencia con Klimovsky fue la colaboración en Las desventuras del conocimiento científico, y después escribimos en coautoría Las desventuras del conocimiento matemático. En el año ’84, como decano normalizador de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA, promovió mi regreso a la universidad, después de muchos años de encontrarme fuera del país por la dictadura militar. Fue una persona muy querible detrás de una especie de pantalla. Detrás de ese hombre de aire académico había un ser humano excepcional.

Nota madre

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