SOCIEDAD • SUBNOTA › ESTELA CARLOTTO CUESTIONó EL FALLO
› Por Emilio Ruchansky
“Siete años de trabajo y nueve meses de juicio no fueron en vano. En eso coinciden Estela Carlotto y los integrantes del Comité que vela por los derechos de la niñez (Casacidn) que ayer evaluaron la sentencia contra el cura Julio César Grassi. “Ya no se trata de sospechas y denuncias –dijo en un momento el abogado Juan Pablo Gallego–, ahora existe una certeza judicial de que es un abusador y corruptor de menores.” Que siga libre y pueda visitar a los jóvenes de la fundación que creó es para los miembros del Casacidn algo insólito, peligroso, aberrante. Pasa que el cura, según afirmó el criminalista Enio Linares, puede reincidir porque no siente culpa: “Manipula a sus víctimas diciendo ‘mis órdenes son tus deseos’, como escribió Montaigne”.
La extraña sensación de tranquilidad y espanto por ver culpable y libre a Grassi fue el tema recurrente de la conferencia en la sede del Casacidn, a pocas cuadras del Congreso. Además de anticipar una apelación a la sentencia del tribunal de Morón, tanto Gallego como sus colegas Jorge Calcagno, Sergio Piris y Luis Paglietti opinaron que los jueces no tuvieron el valor y el compromiso de detenerlo. “No se jugaron, Grassi se tendría que haber ido esposado”, acotó Piris, querellante por “Gabriel”, uno de los tres chicos que denunciaron al cura y por cuyo caso resultó condenado. “Gabriel vive en el régimen de protección al testigo, rodeado de policía, no tiene novia ni amigos y Grassi tiene todo, hasta una mansión frente a uno de los hogares de Felices los Niños”, contó después.
Sentado a un extremo de la mesa, con los brazos sobre una pila de 40 centímetros de papeles, la sentencia completa que ninguno de los presentes había podido leer, el perito Linares hizo un breve análisis sobre la peligrosidad del cura. “Es un narcisista crónico, es algo patológico y me animo a decir que es la fuente de todas las perversiones. Grassi no es un demente, es racional en todo lo que hace, el psicópata convive con la realidad. Su estructura personal no cambia, es irreversible. Siempre va a ser un perverso. Va a repetir el error porque no siente culpa.”
Sin embargo, para Linares, Grassi no está del todo libre: “Vive encerrado en su coraza”. Aunque admitió que a veces los psicóticos acorralados se suicidan, dijo que el cura es “demasiado cobarde” como para hacerlo. En la otra punta de la mesa, la directora del Casacidn, Nora Schulman, aseguró que Grassi hoy no es el responsable legal de su fundación pero la sigue manejando: “Acabo de hablar con alguna gente de la sede de Chacarita y me contaron que ya les llegó el mensaje de que desde ahora responden a las órdenes de Grassi”.
En el centro de la mesa estuvo Estela Carlotto, quien lamentó que sólo se tomara como probada la denuncia de uno de los tres chicos. “No soy abogada, así que hablo desde mi sentimiento”, aclaró un momento después. “Estoy contenta y frustrada. Es un castigo ejemplar, que va a dar valor a otros para que denuncien. Pero se juzgó sólo el abuso a un menor, cuando los otros dos también aportaron todo su dolor y sus pruebas al tribunal”. La presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo juzgó como inaceptables y groseras “las franquicias inmerecidas” que recibió Grassi. “Le dieron libertad de acción a un hombre peligroso”, dijo. “Nada garantiza el futuro de lo que podrían ser sus próximas víctimas.”
–¿Cuál es su opinión sobre los jueces? –le preguntó Página/12 después de la conferencia.
–La verdad es que creo que nos olvidamos que la Justicia es una Justicia que tiene una ideología y la vuelca en sus fallos. Los jueces que lo condenaron tienen sus años, no son niños inexpertos. Arrastran la costumbre de favorecer al victimario sobre la víctima cuando el acusado es una persona que tiene mucho poder y dinero. Es como si pensaran “bueno, es cura, es intocable”, minimizando los casos que estaban probados.
–¿Piensa que el entorno fue cómplice?
–Hay una inmensa red detrás, (Raúl) Portal es sólo la fachada de sus amigos a ultranza. Cuando entré al tribunal me vino a saludar y me dijo que pese a las diferencias me respetaba y me quería mucho. Lo miré con los ojos redondos, yo no le pido afecto, sólo respeto por los chicos. Fue una situación límite, yo hubiera preferido que saludara de lejos. Me ofende más que se acerque y me diga que me quiere.
–Del otro lado, están las víctimas y sus familiares. Usted mencionó el libro de Roberto Pia-zza y de lo difícil que es salir del silencio cuando hubo un abuso.
–Cuando pienso en las madres de estos chicos me surge la desesperación. Grassi sale y ya es un peligro. Debería llevar un cartel que diga “abusador suelto” para alertar a la población. Hay que escuchar las voces de esas madres.
–¿Y la Iglesia?
–Bueno, la Iglesia es silenciosa en los peores crímenes, me consta por lo que hicieron cuando fue la dictadura. En ese caso fueron cómplices directamente, muchos de los bebés apropiados eran ofrecidos por curas y monjas en las parroquias.
–¿Cree que la Fundación de Grassi puede seguir funcionando?
–Sí, claro. Pero debe tomarla alguien serio y sano, un grupo de gente con vocación, que no tenga sotana ni hábitos.
–¿Hábitos como los de Grassi?
–(Risas.) Exacto. Porque la estructura sirve. Yo tengo una receta para todos esos niños con problemas o abandonados, a veces me siento doña Petrona cuando la digo. El Estado gasta 3000 pesos por mes para mantenerlos encerrados en asilos, esa plata debería usarse para subvencionar a familias que los puedan contener. Dos mil para la familia y mil para un asistente que controle que ese chico comió, que no fue golpeado, que estudia. Igual hay un negocio detrás del encierro, el Estado debería, por lo menos, tomar cartas en el asunto y controlar más.
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