SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Gustavo Veiga
El 31 de julio de 2007, Horacio Avila sufrió un ataque todavía no esclarecido. Ocurrió en la estación Constitución, en uno de los andenes del ex Ferrocarril Roca, un día laborable a eso de las 3 de la tarde y ante centenares de personas. “Vino alguien, me saludó y me empujó a las vías del tren. Me quebré la pierna izquierda y el pie derecho”, recuerda. En aquel momento, lo habían amenazado por teléfono por las denuncias que hacía y fracturado como estaba, terminó en el hospital Argerich, donde lo enyesaron y lo dejaron en la puerta “a pesar de cómo me encontraba”, aclara.
“En realidad no me quise dejar llevar por la paranoia. Compañeros de la Facultad de Psicología (donde funcionaba un emprendimiento de personas en situación de calle) y de otros grupos, me dijeron: ‘Esto no es un accidente, esto fue contra vos’. Nosotros veníamos haciendo denuncias, diciendo muchas cosas que nadie sabía. Pero recibí amenazas y tuve que cambiar el número de celular”, cuenta Avila.
El afectado le dice a Página/12 que los anónimos coincidieron con su grado de exposición por las denuncias que formuló contra lo que define como “un negocio supermillonario, el asistencialismo”.
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