SOCIEDAD • SUBNOTA › DENUNCIó A PENITENCIARIOS Y APARECIó SUICIDADO
› Por Horacio Cecchi
A cinco años de que Sergio Gustavo Jaramillo apareciera colgado en su celda, la investigación de la fiscalía 3 de Quilmes apenas si lleva modificada la calificación del caso: de “suicidio” pasó a “averiguación de causal de muerte”. En la “averiguación”, que durante cuatro años casi no tuvo pedidos de medida de prueba, se pasó por alto lo obvio: la custodia a la que está obligado el Estado no existió. Por obvias, las pruebas casi son innecesarias: la custodia no se cumplió porque el preso está muerto. De todos modos, Jaramillo no era un preso común. La Justicia había ordenado unos días antes, protección especial. Había denunciado a dos jefes penitenciarios de Batán y lo habían amenazado de muerte. El día anterior a su muerte había sido alojado en una celda individual, en Varela, junto a la guardia. Esa misma mañana del 21 de julio de 2004 tenía audiencia con un juez. No llegó, según el SPB prefirió ahorcarse. Es una de las pocas situaciones en las que a los presos los dejan a su libre albedrío.
Lo sorprendente de la causa 223.079, anclada en la fiscalía 3 de Quilmes, es que todo, menos el supuesto suicidio, quedó a la vista con sólo mirar con el más común de los sentidos. Jaramillo llegaba a la U23 de Varela bajo ese curioso estado de resguardo físico en el que los presos suelen correr más riesgos que sin ellos. Jaramillo había denunciado a penitenciarios de la U15 de Batán donde había estado preso hasta 2003. Al salir, lo hizo con la marca de la vendetta en su cuello. En febrero de 2004 fue detenido en Mar del Plata. El 27 de ese mes lo llevaron al penal de la marca. Ese mismo día dijeron que se armó un plan para matarlo, pero el preso encargado, Jorge Farías, entregó la faca a un camarista que estaba recorriendo el penal y denunció a los jefes del penal, Julio Ferrufino y Roger Lobo.
A Jaramillo lo pasearon por comisarías, hospitales, una cárcel federal, hasta que aterrizó en Varela. Su padre presentó un amparo y el juez Viñas ordenó “especial vigilancia” para no ser atacado por “otros internos y/o personal penitenciario fuera de control”. El 21 de diciembre a las 9 de la mañana sería recibido en Mar del Plata por el juez Pedro Hooft. Antes de la partida, Jaramillo decidió colgarse. El modo es sorprendente. Por protección, estaba en la celda 1, la más cercana a la guardia. La puerta externa de la celda estaba cerrada y la de rejas, interna (que siempre se cierra), estaba abierta. Estaba colgado del marco de la puerta, que si hubiera estado cerrada no hubiera permitido pasar la sábana. “Ningún fiscal estuvo presente en la celda durante los cinco años que lleva la causa”, dijo a este diario el abogado Rodrigo Pomares, del Comité Contra la Tortura, que representa a la familia. Por primera vez, después de insistentes pedidos de la familia, la fiscalía envió la causa a la Procuración General para que sus expertos analicen la autopsia. Tarde para demostrar si fue homicidio, y prescrita la posibilidad de acusar por negligencia, de encontrarse algo, sólo podrá decirse que no se impartió justicia.
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