Dom 24.11.2002

SOCIEDAD • SUBNOTA  › LOS CAMBIOS VISIBLES EN LAS CEREMONIAS FUNEBRES

Adiós al cortejo y la pompa

Los ‘90 fueron modelando la idea de consumo de los sectores medios y de sus hábitos con los parámetros de la estética del brillo, la ostentación, la fiesta y el gasto. Esos referentes tuvieron su correlato también dentro del mundo luctuoso de la muerte. Explotaron los cementerios privados, las compras de parcelas en esos lugares y apareció un nuevo compromiso más visual entre los deudos y sus muertos. Las dimensiones de los cortejos fúnebres, de las coronas y los ornamentos tomaron aquella fisonomía. Entre otros factores, ese tipo de consumo fue disparado por el auge de las obras sociales, los sistemas de prepagas y una competencia descarnada entre las compañías por la captura de clientes. Sergio Rodríguez Onetto es abogado de la Federación Argentina de Sepelios. “Desde el ‘85 –dice– las obras sociales asumen los costos del servicio de sepelios, cada una se preocupaba de dar más, mejor, con servicios más vistosos.” Esta parte de la historia ahora cambió.
En ese cambio también están incluidas las obras sociales: “Las empresas –sigue el especialista– o redujeron estos gastos o los eliminaron para transferir los escasos recursos con los que cuentan al sistema de salud”.
Con la crisis de las obras sociales como telón de fondo, las casas fúnebres tuvieron que vérselas con el padre de todos los males: el PAMI.
Sólo dos datos bastan para entender los alcances de la crisis de las funerarias. El 80 por ciento de los 250 mil muertos anuales son del PAMI.
La obra social de los jubilados arrastra deudas con las casas fúnebres de más de un año.
Cada una de estas variables intervino de algún modo para ir modificando ese instante de la muerte. La falta de cobertura, y por lo tanto de presupuesto, fue transformando el servicio de las funerarias. Las largas despedidas de cuerpo presente ya no abundan; los boatos no se contratan y quienes pueden explotan todos los recursos para acelerar la hora de llegada al cementerio, crematorio o alguna de sus variables. “Ha aparecido ahora –indica esta vez Cúfaro– lo que se llama ‘servicio directo’: del lecho de enfermo los muertos pasan directamente al cementerio.” La muerte concebida así como instante cada vez más etéreo le va dando esa forma a cada una de sus ceremonias. El servicio directo evita la permanencia frente al cuerpo inerte de un difunto, corre de lugar la despedida, traslada el duelo hacia un ámbito distinto, tal vez más interior y menos pomposo. La evidencia más clara son los cortejos fúnebres. Hasta hace algunos años, después de las horas de permanencia frente al muerto, las casas fúnebres ponían a disposición de los deudos una flota de remises suntuosos para organizar el traslado hacia el destino final. El recorrido tomaba forma de la peregrinación religiosa, ordenada. Aquella hilera de autos invadía el ámbito urbano imponiendo un tiempo de muerte al de la agitada vida cotidiana. Hoy las casas fúnebres han perdido su flota de vehículos propios.
–¿Cortejos? –se pregunta Cúfaro cada vez más sorprendido por la velocidad de los cambios–: Cortejos no hay más. Tal vez te contraten un coche y a lo sumo otro de acompañante, y nada más.
Ese tipo de servicios ya no tiene clientes. Cuando alguien lo pide, las funerarias contratan un auto sólo para esa ocasión. Según las estadísticas, cada familia pasa por una situación de muerte una vez cada veinte años. La distancia que existe entre uno y otro momento era uno de los argumentos de venta de las casas de sepelio. Hasta ahora consideraban que las familias no ponían reparos ante un gasto que terminaba amortizándose con el paso de los años. Pero esta dinámica que hasta ahora organizaba la lógica de este tipo de negocios también está transformándose. Las familias, aun en estos casos límite y extremos, piensan milimétricamente cada uno de los gastos.
Gustavo Arceri es el dueño de Noralí, una de las florerías especializadas en coronas más importantes del sector. En este año bajó el precio de sus coronas básicas de 150 a 60 pesos. La demanda de flores se redujo en esa casa tres veces. Las pretensiones de los compradores, también. Este año la mayoría de los muertos no tuvo coronas. Los familiares prefieren ramos de bouquet y cambiaron las orquídeas por crisantemos, claveles y gladiolos.

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