SOCIEDAD • SUBNOTA
La peculiaridad del más porteño de los franceses afincados en Argentina durante los fastos del Centenario no podía pasar inadvertida en los boletines que Georges Clemenceau, ilustrísimo visitante cuyo juicio temían y esperaban ansiosamente las elites nacionales. Imaginar a Clemenceau paseando por el Jardín Botánico (“superior a lo que se ha hecho en este género en el Viejo Continente”), en medio de un mar de galeritas y bastones quizá no alcance, pero por lo menos sus Notas del viaje por América del Sur dan cuenta de que tanto follaje distribuido aquí y allá le parecieron “empresas de conquista, que lo hacen un rival de Alejandro”. Era Thays, “un hombre modesto y sonriente que se esfuerza por demostrar que no ha hecho nada”. Allí estaban, sin embargo, las especies vegetales de las distintas regiones argentinas, y a todas ellas rendía homenaje el Jardinero Mayor, tanto que Clemenceau se rendía ante las evidencias: “Es preciso ver al señor Thays hacer los honores del ombú y del palo borracho”. Si algo de luz arrojan las entrelíneas, hasta podría decirse que Thays debe haber forzado a Clemenceau a rendirle honores a un amargo, sólo por introducirlo de lleno en el universo de la yerba. “No era hombre de dejarnos partir sin mostrarnos sus plantaciones de yerba mate” desarrolladas en el Botánico, escribió el visitante.
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