SOCIEDAD • SUBNOTA › ENTREVISTA EXCLUSIVA A LA PAREJA DE VARONES QUE RECLAMA NO SER DISCRIMINADA
Carlos Alvarez y Martín Canevaro aguardan que el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, decida a favor del matrimonio gay, tal como ya lo había resuelto para la pareja de Alex Freyre y José Di Bello. Ambos consideran el caso como un punto de inflexión.
› Por Soledad Vallejos
Apenas pasaron los 30, conviven desde hace casi un par de años y son una pareja de militantes de los derechos LGBT, pero también de todas aquellas situaciones en las que entiendan vulnerados derechos individuales y colectivos. Desde esa perspectiva, Carlos Alvarez y Martín Canevaro sienten que el suyo “es un caso bisagra”. Porque “es un caso en el cual el jefe de Gobierno efectivamente puede dar cuenta de su razón política”. Tal como sucedió en diciembre del año pasado con Alex Freyre y José María Di Bello, dice Canevaro, “nuevamente Mauricio Macri tiene la posibilidad de decidir”. Pero que puedan entender políticamente las idas y venidas no significa que la dilación de su casamiento los tenga sin cuidado. Cuando los días corrían y todo parecía indicar que el fallo no sería apelado, dice Carlos, que tiene a parte de su familia en Uruguay, “llamé a todo el mundo confirmando, y después nos enteramos de que la fiscal Pucciarello, que podía desestimar la apelación y dejar en firme el fallo, decidió sostenerla”. “Como ves, ahora somos expertos en lo legal”, bromea Canevaro, a sabiendas de que su rol como secretario de Organización de la Falgbt (y de activista de la ONG 100% Diversidad y Derechos), y el de activista de la Asociación Africa y su diáspora de su pareja Alvarez, es lo que los lleva a aprender términos legales, procesos, normas. Mientras la ciudad entraba en el trance del fin de semana largo, Alvarez pensaba en lo que su matrimonio puede generar, también, en la comunidad afroargentina, “donde trabajamos mucho el tema de la homofobia y la transfobia, tanto como el racismo dentro de la comunidad LGBT. Es importante: yo me puedo convertir en el primer afroamericano del país en acceder al casamiento entre personas del mismo sexo. Ese también es un hito. Hay muchos hermanos africanos que no lo van a ver muy bien, otros ojalá que sí”.
–Hay muchos cruces en este matrimonio.
Carlos Alvarez: –Sí, y además yo tengo dos hijitas, de seis y siete años. La mayor seguro viene al casamiento. Viven en Montevideo, con sus mamás. El otro día hablamos por teléfono y me decía: “¡Ay, papá, yo ya me compré el vestido para tu casamiento!”. Claro, es que la semana pasada pensamos que nos casábamos ya.
Martín Canevaro: –Igual, hay que rescatar que es el tercer juez que habilita el matrimonio entre parejas del mismo sexo, y que lo hace señalando la inconstitucionalidad del impedimento, como hizo (la jueza Gabriela) Seijas.
C. A.: –Sí, pero queda algo refrustrante: es tu deseo, tu fantasía, esto de engancharte con la boda, compartir la ocasión con tu familia...
–¿Cuándo decidieron que querían casarse?
M. C.: –En su momento, él me dijo si me gustaría que nos casáramos (con timidez), y... sí, me gustaba.
C. A.: –Pero no quisimos ser los primeros, preferimos esperar un poco.
M. C.: –Después del casamiento de Alex Freyre y José María Di Bello, se empezaron a juntar las parejas que querían hacer amparos. El nuestro estuvo entre ésos.
C. A.: –Fuimos cautos para no casarnos solamente por una cuestión de militancia. Todo bien con lo politizado, pero dónde quedan tus afectos... A mí me encantaba la idea de casarme, vestir bien, que sea una fiesta, que estén los amigos, la familia. Ese es para mí el encanto del casamiento, nos contagiamos eso.
M. C.: –Y todo esto, la decisión, te influye. Las fiestas de fin de año las pasamos en Montevideo, con la familia de él. Le contamos a la familia que habíamos presentado el amparo, él les contó a las nenas. Fue una experiencia súper nueva. Yo nunca había compartido ese tipo de situación. Tuve que pasar esa etapa de ser “el novio de papá” a “papá se va a casar”. Y estuvo rebién, porque Carlos lo manejó de manera súper relajada con sus dos hijas, estuvo muy integrado todo.
C. A.: –Una de las nenas me decía: “¿Quién se va a poner el vestido blanco?”, y claro, yo tenía que explicarle, decirle “acá nadie se va a poner el vestido, porque no hay una nena, somos dos nenes”. O como cuando le contamos a tu sobrino, y él decía “pero ¿ustedes se besan?”.
M. C.: –Y ya habíamos quedado con mi sobrina, de ocho años, que ella llevaba los anillos... es relindo poder compartir todo eso. Y ahora está todo congelado. Y sin embargo seguimos con las decisiones, los debates que supongo que serán propios de cualquier pareja a la hora de hablar del casamiento mismo: que la fiesta, que los anillos, que el lugar...
C. A.: –... que me gusta, que no me gusta, que te estresás, que qué elegís...
M. C.: –Para nosotros el evento mismo del casamiento es importante. Estábamos entusiasmados con la fecha. De hecho, venía la familia de él de Montevideo, venía mi hermano de Madrid con su mujer y su hijo, y tuvimos que llamar y decir ahora no, esperen un poco... Querés compartir un momento con tu familia, con la gente que te quiere, pero así es imposible organizar, juntarte a festejar.
–¿Se vuelve dura la espera?
C. A.: –Sí, y lo mismo les pasó a Alex y José María. Estamos esperando una decisión que finalmente es política. Por eso también está bueno pensar qué pasa con el progresismo.
–¿Y qué pasa con el progresismo?
C. A.: –Bueno, el objetivo es que salga la ley (de modificación del matrimonio civil). Esta semana posiblemente se firme el dictamen en las comisiones de Diputados. Pero mientras tanto estamos que sí, que no... y no es que seamos solamente nosotros, hay un montón de gente esperando. En el interior hay varios amparos también. Realmente hay un montón de gente que lo queremos, que lo necesitamos, que nos parece importante. No es algo de dos, tres parejas nada más.
M. C.: –Y no es una lucha centrada en las personas: es un problema social. Un montón de gente lo quiere y lo necesita.
–¿Qué creen que les puede cambiar el estar casados?
M. C.: –Para mí, tiene importancia en el orden de lo simbólico. Cuando parecía que no iba a haber apelación, cenamos en casa con la hermana de Carlos, que vino de Montevideo, descorchamos... La verdad es que yo me sentí distinto. No sé cómo explicarlo. El hecho de estar más cerca de la posibilidad de estar casados, a lo mejor para mí es una cosa particular, pero siento que me pone en un lugar de mayor responsabilidad para con él. Me imaginaba como esa reciprocidad. Por más que sean esas cosas que uno las piensa como muy lejanas, como que no son para uno, cuando tenés cerca esa posibilidad sí lo sentís.
C. A.: –Y también hay cosas muy concretas. Por ejemplo, mis hijas, todos los bienes que nosotros tengamos, ellas también los pueden usufructuar, tienen derechos. Y para ellas es un cambio. También se produce algo más: cómo se lo explican sus madres, cómo lo explican ellas en la escuela. Para ellas el casamiento es algo del nene y la nena, el vestido blanco y el traje negro, ¡y ahora eso les va a cambiar! También de frente a mis hermanos, mi familia. Me parece reimportante.
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