SOCIEDAD • SUBNOTA › DISTRIBUCIóN Y APLICACIóN
› Por Jeremy Laurence *
Es difícil crear una nueva vacuna, pero puede ser más difícil aún distribuirla. Y también puede ser muy caro. Tomemos, por caso, la gripe porcina del año pasado. Durante varios meses, el mundo mantuvo el aliento mientras se extendía la pandemia. Las empresas farmacéuticas se esforzaron en producir una vacuna segura y efectiva en el menor tiempo posible y en cantidades suficientes como para proteger en primer lugar a los más vulnerables, y luego a todos.
Antes de que las primeras tandas estuvieran disponibles en septiembre, se abrieron las negociaciones con la corporación médica sobre quién debía administrar la vacuna y por cuánto. Finalmente, la Asociación Médica Británica aceptó un trato según el cual a los clínicos se les pagaría 8 dólares por cada dosis administrada.
Con nueve millones de personas, un quinto de su población, seleccionada para recibir la inyección en la primera tanda, incluyendo mujeres embarazadas y gente con problemas de salud crónicos, el costo resultó en 76 millones de dólares, sin incluir el precio de la vacuna misma. De haberse requerido las 132 millones de dosis ordenadas por el gobierno –lo suficiente para dos vacunas para cada uno en el país–, el costo de administrarlas hubiera sido de 1068 millones de dólares o alrededor de 30 mil dólares para cada clínico.
Estas sumas podrían, en teoría, ahorrarse con la vacuna en parche para la piel. Frente a la nueva pandemia, en lugar de hacer cola para el pinchazo, los pacientes pueden recoger su vacuna en la recepción, o en la farmacia local, o en el centro de distribución más cercano del Servicio Nacional de Pandemia Gripal y administrárselas en sus casas.
Los pacientes se ahorrarían tiempo, los hospitales dinero y se reduciría el riesgo de infecciones (mientras esperan para darse la vacuna en el hospital), lo que sería terrible en una pandemia.
Hay potencialmente beneficios aún mayores para el mundo en desarrollo, donde la escasez de personal médico entrenado es una importante barrera para la distribución de las vacunas. El éxodo de personal médico a empleos mejor pagos en Occidente ha devastado a hospitales y clínicas en muchos países. Llevar al personal a las campañas de vacunación puede significar que las salas de los hospitales queden vacías y los clínicas cierren.
Una vacuna que sea estable, que no necesita ser refrigerada y es simple para ser autoadministrada podría ser distribuida a través de las farmacias y centros de salud más lejos y más rápido que las versiones inyectables existentes, aun llegando a comunidades perdidas en la selva.
Si se demuestra que la vacuna en parche funciona en los humanos, podría extender el poder de inmunización a otro nivel.
De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Páginal12.
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