SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Enrique Samar * y Roberto Samar **
Cuando pensamos la educación, ya sea desde lo individual o desde lo colectivo, estamos proyectando lo que queremos ser en un futuro; ya que sus consecuencias más profundas son a mediano y largo plazo. En ese sentido, la educación pública nos iguala, es un derecho que tenemos todos a formarnos. Nos coloca como ciudadanos en un mismo plano. Más allá de la formación del programa educativo en sí, nos enseña que todos tenemos los mismos derechos. Nos ayuda a fortalecer la integración y a reconstruir el tejido social. Por otro lado, el concepto de escuelas privadas es el de una educación para unos pocos. Nos segmenta, nos divide en clases, ya que el concepto esencial que subyace es el del paradigma consumista: “ser es tener”. Para acceder debo pagar y como pago soy un cliente; y cuanto más pago mejor es el servicio. Los dos modelos educativos conviven en nuestra ciudad recibiendo recursos económicos del gobierno porteño. Los recursos del Estado son un bien escaso. El presupuesto es un elemento finito que se distribuye en distintos sectores de la sociedad. Es decir, es como una frazada corta, si me tapo el pecho me descubro los pies, por lo cual cómo se distribuye es una definición política e ideológica de la sociedad que buscamos construir.
A partir de lo expuesto podemos interpretar el modelo de sociedad que se está construyendo en la Ciudad de Buenos Aires. Un primer aspecto para analizar es la importancia de la temática educativa en relación con el presupuesto general. En el año 2002 el 30,11 por ciento del presupuesto total de la Ciudad se destinaba a educación, mientras que en la actualidad ese porcentaje descendió al 25,73. En ocho años los recursos destinados a la problemática se redujeron porcentualmente en casi seis puntos. Paralelamente, otro aspecto destacable es el rol de la educación privada en el proyecto educativo de la gestión del gobierno porteño. En 2010 el presupuesto destinado a subsidiar a la educación privada es de 881.600.000 pesos. Para tomar dimensión de lo que significa este monto, a continuación se muestran unas comparaciones de cómo se podría invertir este recurso de todos: por ejemplo se podría destinar 1.239.943 pesos a cada una de las 711 cooperadoras escolares que funcionan en la Ciudad de Buenos Aires con el objetivo de fortalecerlas. Otra opción sería comprarle una computadora personal a cada alumno que integra el universo de las escuelas de gestión estatal en todos sus niveles, es decir a los 356.619 estudiantes. También con ese dinero se podría asistir mensualmente con una beca de estudio de 206 pesos a todos los pibes que integran el sistema estatal; o bien armar equipos interdisciplinarios (psicólogos, asistentes sociales, psicopedagogos, etc.) en cada una de las escuelas, no como ahora que los equipos de Orientación Escolar atienden a todos los niños de un distrito escolar. Por último, con ese dinero las escuelas públicas podrían tener calderas, estufas, gas en invierno y ventiladores que funcionen en verano.
La pregunta es: ¿por qué se destinan más de 880 millones de todos para financiar una educación para pocos? Para dar un ejemplo concreto: ¿por qué un remisero de Villa Soldati tiene que subsidiar con sus impuestos a los colegios privados de Recoleta? Probablemente, en algunos casos puntuales la educación privada permite una oferta con cuotas accesibles en lugares donde no hay una gran oferta estatal. Sin embargo, como sostiene la docente secundaria y universitaria Elena Luz González Bazán, no es el caso de las Escuelas ORT, de la comunidad judía, que cobran una cuota mensual de 980 pesos y tienen un subsidio de 458 mil pesos por mes. Tampoco del colegio Esclavas del Sagrado Corazón de Jesús, con su predio ubicado en Las Cañitas, que recibe un aporte mensual de más de 80 mil pesos y cobra 720 en el primario y 885 en el nivel medio. Está claro que si queremos construir una ciudad más justa e igualitaria debemos achicar la brecha entre los sectores más ricos y los más pobres de la sociedad. Un primer paso es construir una masa crítica que cuestione cómo se distribuyen los recursos de todos para que la educación pública vuelva a ser una prioridad.
* Director de la Escuela 23 del DE 11 C.A.B.A.
** Docente de Filosofía Política Moderna UNLZ.
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