Dom 09.02.2003

SOCIEDAD • SUBNOTA

Una forma de diferenciarse

“A través de esa nobleza inventada, las familias de comienzos del 900 querían hacer prevalecer sus dominios por el temor que tenían frente a otros que comenzaban a ascender socialmente”, explica Ricardo Rodríguez Molas, autor entre otras investigaciones de la Historia social del gaucho y la Vida cotidiana de la oligarquía. Desde su perspectiva, las titulaciones solieron usarse como uno de los modos de distinción y diferenciación al que apelaron históricamente los sectores privilegiados.
La generación del ‘80 del siglo XIX funcionó como corte histórico en varios sentidos. Tal como menciona Rodríguez Molas, a partir de esa época comienzan a nacer en los círculos de la oligarquía porteña las menciones de los grandes apellidos, la creación de los institutos de Genealogía y el culto por esa costumbre de encontrarse algún antepasado entre los conquistadores de España.
Pero en forma paralela ocurrían otros procesos. Dentro del país crecían los bastiones de inmigrantes europeos que llegaban corridos por la miseria, se instalaban en el país y de a poco iban consiguiendo cierta movilidad social. Mientras tanto, hacia fuera se consolidaba el modelo agroexportador y el poder económico de las familias agroganaderas. Entre ellas aparecen los antecedentes más remotos de las historias como las relatadas hace unas semanas por Juan Esteban Bonavento, el mayordomo que estuvo al servicio de un conde polaco durante treinta años.
“Era el momento en que las familias ricas se iban a París, alquilaban una casa o la compraban y algún noble en decadencia pescaba a alguna de las hijas, contraía matrimonio y ganaba fortuna sin invertir un solo céntimo.” Así, los nobles en decadencia ganaban fortuna y las familias ricas, cierto prestigio en una época donde los matrimonios con los europeos rasos, sin títulos, comenzaba a ser demasiado frecuente. Fue el caso de algún varón casado con la hija de Roca y de otras mujeres engañadas por españoles y franceses que se declaraban nobles aunque no lo fueran. “Los nobles no venían a las Américas –sigue Molas– y los que venían eran pobres inmigrantes que venían a hacer fortuna.” Para las familias patricias argentinas, los enlaces civiles y religiosos con los españoles eran un privilegio. “Aunque rústicos o del pueblo, aquel matrimonio se consideraba más importante que el casamiento con un criollo porque, tal vez, en aquel cruce encontraban algún antepasado mestizo.”

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