SOCIEDAD
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En busca de un Brasil sin descartables
Por Francesc Relea
La biografía de esta mujer de 44 años es una muestra de los contrastes abismales de la sociedad brasileña que, por primera vez en su historia, tienen cabida en el gobierno de la nación.
No había escuela en el Seringal Bagaço cuando Marina Silva nació en 1958. Hoy es un proyecto de asentamiento agrícola que ha puesto en marcha el Instituto Nacional para la Reforma Agraria, pero en aquel entonces no había carreteras ni asistencia médica, lo que contribuía a la elevada mortalidad infantil. Sus padres, Pedro Augusto y María Augusta, tuvieron 11 hijos, de los que tres fallecieron a corta edad. Marina es la segunda de los ocho supervivientes que quedaron, siete chicas y un varón.
La familia bajó por el río hasta Belém do Pará, en busca de mejor vida. El intento fracasó. Regresaron al Seringal con la frustración de la derrota y el padre endeudado con el patrón que le había financiado el viaje. Para pagar la deuda, Marina y sus hermanos hicieron gran parte de las actividades de la selva, como recoger caucho, plantar, cazar y pescar. La niña creció hasta la adolescencia rodeada de viejos, en casa de su abuela, donde el conocimiento no procedía de los libros, sino del contacto con la selva, el bosque y los secretos y costumbres de sus habitantes. Su tío-abuelo, que vivió mucho tiempo con los indios, era chamán (brujo).
A los 14 años, aquella muchacha analfabeta aprendió a descifrar las horas del reloj y las cuatro operaciones básicas de matemáticas; a los 15 años quedó huérfana de madre, y como la hermana mayor se había casado tuvo que asumir el cuidado de los más pequeños. Un año después contrajo por primera vez hepatitis, por lo que debió trasladarse a la ciudad para recibir tratamiento médico. Empezó a trabajar como empleada doméstica, pasó por el convento –soñaba con ser monja– y dio sus primeros pasos en la escuela, donde aprendió a leer y a escribir. Primer grado, segundo grado y antes de cumplir los 20 años se preparaba para ingresar en la universidad, donde estudió historia. Descubrió el marxismo, entró a militar en uno de los grupos clandestinos de oposición a la dictadura, tomó carrera en su actividad política y fue sucesivamente fundadora de la Central Unica de Trabajadores en Acre, afiliada al PT, concejal, diputada y senadora federal.
Madre de cuatro hijos, intenta conciliar los conflictos y contradicciones de una mujer que trabaja y no está dispuesta a desligarse de los compromisos familiares. “No es fácil conjugar tantos verbos, pero de otra manera no sería feliz”, dice.
La ministra había dejado huella por donde pasó, empezando por su estado natal, donde promovió acciones polémicas que transformaron la política en Acre, como la devolución del dinero de gratificaciones injustificadas, que otros concejales recibían sin chistar, o la denuncia en la prensa y la televisión de las cifras de los sueldos de políticos. La odian los corruptos y especuladores de la Amazonia; los poderosos que ordenaron hace 15 años el asesinato del dirigente ecologista, sindical y político Chico Mendes, su maestro en la lucha por la preservación de la floresta y los derechos de sus habitantes.
Tiene ideas bien perfiladas sobre la realidad de su Brasil, un país que, en su opinión, “existe para 30 millones que tienen alguna condición social y económica”. “El resto de la población –añade–, es como si fuera descartable.” Recuerda un seminario en Chicago, al que asistió junto con economistas brasileños: “Hablaban a los investigadores y banqueros internacionales con discursos totalmente dirigidos a esos 30 millones de personas. Los otros, como si no existieran. La mayor esperanza es evitar esa gran exclusión social planetaria”.
En dos ocasiones, como concejal y posteriormente como diputada de su estado, fue la candidata más votada. Una encuesta de la Universidad de Acre mostró que a principios de los noventa tuvo la mejor actuación parlamentaria entre todos los diputados del Estado. Excelente oradora, su desempeño en los escaños adquiere mayor relevancia si se tiene en cuentala fragilidad de su salud, que la mantuvo apartada de la Asamblea Legislativa durante un año.
Su inquebrantable fuerza de voluntad pudo más. Después de una agotadora campaña electoral –en la que recorrió Acre en coche, barco y avión, e incluso a pie– ganó un escaño en el Senado, donde se convirtió en la voz principal de la Amazonia. En busca de apoyo para la defensa de un desarrollo sustentable viajó al exterior, y fue recibida, entre otros, por el papa Juan Pablo II y el ex vicepresidente de Estados Unidos Al Gore, empresarios y sindicalistas, científicos y dirigentes de organizaciones no gubernamentales de distintos países.
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