SOCIEDAD • SUBNOTA › EL HIJO QUE QUEDó CON UNA SOLA MADRE
› Por Soledad Vallejos
Son hermanos, y aunque en su vida cotidiana están allanados los obstáculos capaces de hacerles sentir las diferencias legales entre ellos, a sus madres les preocupa el futuro. “Estamos en pareja desde el 2000. Nos conocimos en el trabajo y nos pusimos en pareja. En 2006 tuvimos a Javier (el nombre, como los de sus hermanitos, es de fantasía), después de buscarlo tres años. En 2004 ya habíamos hecho la unión civil. Y en diciembre nos casamos, estando yo embarazada de Gervasio y Catalina, que ahora tienen un mes”, explica Fernanda, la esposa de María. La razón de la brecha legal está en esos años: aunque es hijo de las dos, Javier, nacido antes del matrimonio igualitario y el casamiento de sus madres, está inscripto solamente como hijo de Fernanda; los mellizos, en cambio, fueron reconocidos como hijos de ambas desde su primer minuto de vida.
–Obviamente, para Javier esto no es algo que exista –explica Fernanda–. Lo que él cuando sea grande no va a entender es cómo él no tenía los mismos derechos que sus hermanos. Sé que no le va a entrar en la cabeza. Para él, su familia es ésta y es lo más natural del planeta. Claro que anotar a los bebés tampoco fue tan sencillo. Sabíamos que nos iban a acompañar de Lesmadres, pero aun así antes de que nacieran los chicos, María había ido al CGP 15, de Córdoba y Bonpland, para averiguar cómo era el trámite. Por preguntar. Le dijeron que no se podía inscribir a los chicos como hijos de las dos.
–¿Qué argumento le dieron?
–No argumentaban nada. Le decían directamente que no. Ella dijo que cómo podía ser, que podían anotarla como esposa mía pero no como madre de los chicos, que cómo no iba a tener la patria potestad de sus hijos. Nada. En nuestro caso, tuvimos suerte, porque ya habíamos entrado en contacto con organizaciones, sabíamos que nos iban a acompañar en el trámite. Pero si no conocés gente que sepa, queda mal inscripto el nene, y después tenés que dar una vuelta legal impresionante para que esté correctamente anotado. Se ve que hay un vacío de información.
–¿Qué cuestiones cotidianas afecta esta diferencia entre los hermanos?
–En nuestra vida cotidiana no hay diferencias, por suerte. No hay problemas porque María está en la UBA, y estamos todos en la obra social de ella. Con eso no hubo ningún problema. Ya hace años nos aceptaron la unión civil como si fuese un matrimonio. Y ahí también entraron Javier y los mellizos. Por ese lado, que es lo más inmediato, no hubo ningún problema. En el trabajo tampoco tenemos problema. No por cuestiones legales, sino porque estamos en un ámbito donde lo nuestro es totalmente aceptado, un tipo de familia más. Cuando tenés un chico chiquito, necesitás días, se enferman. Javier tuvo espasmos, cosas de bebés, los dos primeros años, y María se tuvo que tomar unos días para cuidarlo: jamás hubo problema con eso. Y en los jardines donde estuvo Javier, que empezó a los cuatro meses y medio, ya está en el cuarto jardín, en ninguno tuvo problemas. Ni él como alumno ni nosotras como mamás.
–La sociedad nos incorporó y aceptó mucho antes que las leyes y las instituciones –agrega María–. Pero no queremos judicializar el caso. Y no podemos evitar el temor a ¿qué pasa si mañana no estoy yo, que soy la madre biológica de los tres? En nuestra familia no hay problema, en nuestro contexto tampoco, pero ¿y si pasa algo imprevisto?
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