Dom 02.03.2003

SOCIEDAD • SUBNOTA

La presión de los papeles

José Cisterna vivió poco menos de tres años en Miami con su familia. Se le nota en la voz. Tanto él como su esposa (ambos de 35 años) y su hijo de 6 hablan con esa tonada latina, neutra, tan típica de la comunidad hispanoparlante del sur de la Florida. De hecho, al atender el teléfono no dicen hola sino aló. Desde el 16 de diciembre, cuando regresó a la Argentina, volvió a vivir a su casa de la ciudad de Mendoza. No volvió porque allá le fue mal, sino por “la presión de no tener sus papeles en regla”. Como la mayoría de los argentinos que emigraron al país del Norte en los últimos años escapándole a la crisis, José entró como turista y se quedó. Pero el aumento de los controles migratorios, después de los atentados del 11-09-01, lo hacía vivir cada día con el corazón en la boca. “No se habla sólo de deportación si te encuentran con los papeles adulterados, se habla de diez años en la cárcel. No estuve preso acá, menos voy a estarlo allá”, dice en diálogo con Página/12. José es mecánico. Cuando decidió partir hacia Estados Unidos no estaba desempleado pero, visionario, temía lo que después se vino: la debacle económica del país. “No estaba mal, pero me metí en un crédito hipotecario para comprar mi casa y veía que esto se ponía cada vez peor y tenía miedo de no poder pagar y perder todo. Por eso me fui”, recordó. Primero se fue solo y a Nueva York. De ahí bajó a Miami y una vez que empezó a trabajar, su esposa y su hijo lo alcanzaron. “Vivía en la Pequeña Habana. Primero trabajé en la construcción y después en lo mío. Trabajaba en la Mazda. Por mi oficio, pude enganchar buen trabajo.” Su esposa se empleó “como planchadora en una factoría”. Ganaban unos 3500 dólares por mes y desde allá mandaban dinero para ayudar económicamente a sus respectivas madres y a un hermano de él. “Si pudiera hacer los papeles me iría de nuevo. Vivía diez veces mejor que acá. Si tenés trabajo, tenés todo. Estando allá se extraña la familia, los amigos, pero no es para tanto. Apenas llegás acá, ya en el aeropuerto, te das cuenta que estás retrocediendo años. Es muy dura la vuelta.”
Con el trabajo allá, José pudo pagar su crédito hipotecario. Pero el golpe por volver al Tercer Mundo fue realmente durísimo para él y su familia. “Desde que llegó me quisieron robar tres veces. A mi mujer la agarraron y la golpearon. Creen que porque estuviste allá hiciste fortuna”, señaló.

Nota madre

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