SOCIEDAD
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Vacaciones con culpas
Hay una canción de Silvio Rodríguez que en lo peor de su culpógena manera de ver el mundo pide perdón “por los muertos de mi felicidad” ante los trágicos hechos que han empañado la historia del mundo. Pues el tema, casi un hit del psicobolchevismo de los ochenta, se lo recuerda al cronista en el bar Canto da Ilha un chico que no debe tener más de 25 y que ostenta, no lee, los diarios de Kerouac, una mezcla demodeé, aunque él escuche Macy Gray. “Es culpa, mucha la culpa la que te da estar acá tomándote una cerveza y tus amigos y tu familia con el culo en la mano en tu ciudad”, dice.
El es de La Plata, hace ensalada de frutas para vender en los ministerios y reparte revistas de cable. Con eso y un aporte de su padre médico es que paga 14 reales por una casita con dos amigas. Su opinión, que podría justificarse en ese bagaje cultural, se extiende a otras playas, va de Ingleses y La Brava a Barra de Lagoa y Ferruge.
Nota madre
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