SOCIEDAD • SUBNOTA › LOS AUTOS Y LA HISTORIA
› Por Soledad Vallejos
“Cuando aparece, lo más rápido que había en el mercado era un auto que alcanzaba como mucho 155 kilómetros por hora”, dice el presidente del Club de Amigos del Torino, y el entusiasmo lo lleva a abundar en números, fechas, datos de todo tipo capaces de demostrar el hito que significa el objeto de su afecto. Era 1966, dice Pallochini (foto). “Y entonces aparece el Torino, que podía alcanzar 200 kilómetros. Era el 25 por ciento más de lo que hacían los otros. Hoy lo hace cualquier auto, pero en esa época no.” Esta marca en particular, con distintos modelos, “revolucionó el Turismo Carretera en 1966, 1967, 1968, 1970, 1971... Produce cambios en la industria”. La marca en el orillo es esa incidencia de un auto que formó parte de la ola industrializadora que cambió, durante años, el paisaje cordobés. “Fue fundamental para el polo tecnológico de Córdoba. Lo que ahora es la fábrica de rulemanes SKF, y otro montón de industrias, nacieron para abastecer a IKA, que fabricaba el Torino. Y si menospreciás todo eso, no estás entendiendo la historia industrial de Argentina.”
Pero el valor de la historia debe estar, también, impregnado en las piezas del auto. A Pallochini la sola idea de un auto “al que le hicieron tunning” le irrita. “No es lo mismo. Parece una exageración, pero es como si alguien que colecciona óleos, un día, porque se le ocurre que queda mejor, agarra y le pinta un círculo rojo a uno, por decir algo. No. El auto tiene que ser auténtico.”
“El 90 por ciento de originalidad del auto”: eso es lo que exigen, como mínimo, en el Club IAME para permitir la membresía. Porque el requisito no lo cumple cualquiera, “todavía no aparecieron muchas coupés y somos un club chico. Unas treinta, cuarenta personas se fueron acercando con el tiempo”. Gabriel Fermoselle cree que “en otros clubes tal vez hay más gente porque se dedican a autos más fáciles de coleccionar. Para los autos de IAME es más difícil, porque no hay información ni siquiera en el Museo de la Industria”. Luego del golpe militar de 1955, dice, “muchos archivos de la IAME se destruyeron, y para preservarlos mucha gente que trabajaba ahí se los llevó a sus casas”. Por eso hacen falta testigos, cadenas de personas capaces de recordar, asociar, buscar. “Muchas veces esos archivos están ocultos y hay riesgos de perderlos, porque la persona que los preservó por ahí no transmitió bien a su familia de qué se trata. Y los tiran.” Otras veces hay más suerte y, como sucedió hace sólo unos días, alguien comprende que las fotos olvidadas en un armario tienen valor histórico; así llegó al Club “una colección de fotos de alguien que trabajaba en la producción y retrató las tareas en la fábrica”. Pero no importa: “Lo nuestro no es sólo por la rareza. Es rareza y un plus de sentimiento. Lo nuestro tiene carga histórica. Nos gusta que nos pregunten, y contar y mostrar. Y discutir también”. Gabriel, “tercera generación de peronistas, y con orgullo”, más de una vez vio “cómo por ahí alguien se acerca, mira el auto, le gusta, y cuando ve el escudito y que dice ‘Justicialista’, sale corriendo. Pero a veces te preguntan algo, y eso es bueno”. También, aunque no formen parte del Club, se han acercado “coleccionistas ricos”, peronistas y no tanto, que tienen algún que otro modelito de IAME a resguardo. “Y hay gorilas –acota María Cristina–. Pero también pasan otras cosas. A Autoclásica, la exposición que hacen en San Isidro, nos invitan siempre, eh.”
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