Vie 14.03.2003

SOCIEDAD • SUBNOTA  › EL CRECIMIENTO DEL RADIOTAXI POR ESTOS DELITOS

Cambios que trajo el crimen

En la dinámica del mercado de la inseguridad, el caso Lecuna se convirtió en uno de los factores que incidieron en el aumento impresionante que ha tenido la flota de radiotaxis porteños: desde aquel 2 de noviembre de 2001 se duplicaron las empresas que brindan ese tipo de servicio. Crecieron tanto como la cantidad de autos afiliados al sistema, ahora más del 51 por ciento de los taxis de la Ciudad. Sobre ese ritmo, quienes tienen en manos las políticas de seguridad urbanas entienden que los delitos en general, pero en particular aquellos en los que intervenía un taxi, se mantienen en niveles constantes en los últimos tres años: no bajaron ni subieron, a pesar del incremento de radiotaxis.
Desde el caso Lecuna a esta parte el país es otro país. Al menos así lo cree Enrique Carelli, subsecretario de Seguridad porteño: “Todo ha cambiado mucho –dice–: para entonces estaba la convertibilidad, había otro gobierno, hubo un cambio dramático con aumento de la marginalidad, aumento del nivel de reclamo social y un fenómeno de ocupación de todo el espacio público disponible con protestas y movilizaciones”. Por alguna razón, bajo ese nuevo escenario de ocupación, los ladrones hicieron menos trabajos. “Con las tasas de pobreza y marginalidad constantes –dice Carelli– hoy podemos decir que los índices delictivos cayeron, no a cero, porque eso no existe, pero están más bajos, incluso con los taxis.”
Para el gobierno local esta supuesta caída de los indicadores de robo está en relación directa con el aumento de la presencia de policías en la calle: hay más controles periféricos, más trabas que impiden a los interesados en tales faenas usar como estrategia el cambio de jurisdicción y existe más cantidad de presencia urbana uniformada. Estos factores estarían desactivando también la sensación térmica de la inseguridad entre porteños y quienes llegan a la ciudad para moverse durante el día.
Para esa franja de ciudadanos hace dos años las cosas eran distintas. En ese momento, las empresas de radiotaxis –uno de los emergentes más claros de la paranoia urbana ante la inseguridad– vivieron su momento más expansivo. Marta Candia, de la Cámara de Radiotaxis, asegura que en tres años las empresas pasaron de 15 a 80. Por la misma época los taxistas afiliados al sistema de radio eran 15 mil, ahora son 21 mil sobre un total de 38.500 autos. Si Lecuna fue el disparador o no de estos cambios, nadie lo sabrá a ciencia cierta. Lo que sí ocurrió fue que este mercado creció por acumulación de casos personales y de aquellos difundidos en los medios de comunicación: “Cada vez que un policial sale en la tapa de un diario –dice Candia–, ese día la empresa desborda: tenés el 50 por ciento más de pasajeros”. Un flujo que se mantiene constante durante dos o tres días.
Entre el año 2000, 2001 y 2002 la dirección general de Políticas y Prevención del Delito de la Ciudad hizo un relevamiento sobre el asunto con una muestra de 64 mil encuestas. Claudio Suárez, director del área, advirtió desde entonces que dentro del universo de robos, aquellos producidos en o por los taxis son algo así como un 10 por ciento, dos puntos más bajo que los encontrados durante el primer año de la muestra.

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