SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Horacio Cecchi
El slogan se mencionó hace pocos días, cuando el caso Candela fue capaz hasta de suspender campañas. “Matar al mensajero.” Slogan de mención permanente cuando lo que se quiere es emparentar la total prescindencia de un cartero con la supuesta independencia del “periodismo independiente”. La mención apareció esta vez apenas pasada la bisagra informativa que transformó (en la pantalla y en los titulares) a una madre desesperada por buscar a su hija en una sospechosa a una supuesta moral pública, por medio de la pura y sorprendente alquimia mediática que fue capaz de pasar por encima el tremendo vacío de esa mujer y anunciarla como “¿entregadora?” (incluidos los signos de interrogación en el título) o de apuntarle los micrófonos para sonsacarle una “confesión” a una víctima incapaz de defenderse siquiera de la realidad que la aplastaba. Patético el papel del mensajero. El slogan suele llegar con un rasgado de vestiduras que coincidió, esta vez, en respuesta a las críticas sobre la actuación que les cupo a los supuestos carteros y sus empresas de correo. Mensajero, según el diccionario de la RAE, es quien transporta un mensaje, recado, despacho o noticia a alguien. O sea, no interviene más que en el transporte. Nada más lejos del periodismo y, mucho más, de los medios. Se trata en todo caso de un cartero a sobre abierto. Elige el mensaje, lo escribe, cierra el sobre y lo entrega, por un pago. Sólo la ética es capaz de balancear. Y habrá que reconocer que, en este caso, fue peligrosamente pisoteada.
¿Mensajero es ser vocero? En este caso, quienes distribuyeron un llamado telefónico a minutos de la aparición de “un” cuerpo, se transformaron en voceros de quien intencionadamente entregó la información, de quien lo hizo en ese momento y no antes o días más tarde. ¿El mensajero se preguntó por qué entregaban el llamado? ¿Acaso se preguntó qué provocaría al difundir la información de la que ni siquiera tuvo tiempo de comprobar si era veraz? La responsabilidad del mensajero es que el recado llegue a destino sin preguntarse más. La del periodista va mucho más allá.
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