SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Soledad Vallejos
Sol tímido; llovizna; nubes; nubarrones; diluvio y vuelta a empezar. Después del cielo blanco de la mañana, las gotas que hacían ruido a guijarro, los rayos atravesando nubes que se habían vuelto color plomo, después de pasar por una escala completísima de grises. Así transcurrió ayer el día en una Villa Gesell de turistas atribulados por la necesidad constante de tomar decisiones: ¿cargar la reposera y la heladerita hasta la playa? ¿Volver? ¿Jugar a la búsqueda del tesoro en la peatonal cuando todavía es avenida 3 y transitan autos? La recorrida de Página/12 demostró que los visitantes eligieron repartirse entre todas las posibilidades a la vez. Las playas contuvieron pequeñas multitudes, anche algún funcionario público en busca del botín fresco de los pescadores artesanales. Las veredas del centro de la ciudad registraron caminatas, paseos a la vieja usanza, para mirar vidrieras. Al caer la tarde, el cruce de la Buenos Aires, que sirve de frontera entre la zona más céntrica y llena de turistas y la que todavía alberga, entre sus turistas, unos cuantos residentes, era la versión costera de Corrientes y Callao: autos y embotellamientos y bocinas y alguna moto manejada por muchachos vestidos para el enduro aventurándose entre medio. Hoy, dicen, será otro día, si el sol prometido por el pronóstico se hace presente.
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