SOCIEDAD • SUBNOTA › LA TAREA DE ANIMAR A LOS VERANEANTES
› Por Soledad Vallejos
Para que ahora sobre la arena el señor flaquísimo y su amigo ídem de pelo largo estén riéndose por hacer como que bailan en medio del gentío de niñas, señoras, nenes, adolescentes, y hasta perros, el chico de la tarima pasó noviembre y diciembre “escuchando radios, viendo páginas en Internet, programas de TV, consultando con DJ”. Todo, para decidir que esta cadencia del “Nossa, nossa/ Assim você me mata Ai se eu te pego, ai ai se eu te pego” (traducida en idioma playero como “osa osa”), no iba a dejar de sonar en todos lados hasta bien entrado marzo. A esta altura de enero, Markhos Gallicchio, bailarín, “profe de lambada en Maluco Beleza”, docente en estudio de danza y acrobacia de Flavio Mendoza el resto del año, ocasional coach para alguna producción de Ideas del Sur, y animador estrella de las playas de Gesell, demostró que no se equivocó. Tampoco se había equivocado el año pasado, a excepción de la predicción sobre el impacto de su compilado “Clases de baile frente al mar”, el año pasado trajo mil copias para vender y se quedó corto. Por eso a fines de diciembre se encaminó a Villa Gesell con cinco mil copias.
El tema del verano es también la estrella en la hora larga de animación que Gallicchio y “Virgi, mi bailarina” empezó a pasear por distintos balnearios desde el primer día del año. Las mañanas y las noches de jueves y sábado en el parador Las Almas, con clases de salsa y baile de salón para adultos, todas las tardes en el balneario Afrika, con coreografías y miércoles y domingos en Popeye, con todo eso además de concursos de baile para niñas y para niños, sus decisiones musicales y de danza al paso van marcando ritmos en la playa para cientos de personas a lo largo de la semana. Alguna vez, hace no mucho, en esta temporada, recuerda, llegó a juntar cerca de setecientas personas en una sola clase. “Porque pensá: está la gente de las carpas, la que para en la confitería, la que está en la playa fuera de este perímetro, la que pasa por ahí. Todos escuchan noooo-ssa noooo-ssa –entona sentado a una mesa del bar, mientras recrea con las manos el inicio de la coreografía– y se van quedando.”
Entomólogo artesanal del gusto mainstream, Gallicchio es el treintañero vestido de negro, con gafas, una especie de vincha, maxi bermudas de jean y gesto preciso que desde una tarima dice “uno, dos, palmas, cha-cha-cha, estiro, ¡cha!” y logra un pequeño revuelo de cientos sobre la arena.
–Bien el amigo bailando –acota en dirección al señor flaquísimo, que ríe como un chico–. ¿Baila salsa también? –el señor niega denodadamente con la cabeza–. Lo vamos a hacer bailar también, va a ver. ¡Verano 2012!
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