SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Carlos Rodríguez
“Mi hija (Celine Foissac, la mamá de Jessica) se encadenó en la plaza Independencia (de la capital tucumana) para que haya un juicio oral, para que se anule la decisión de sobreseer. El fiscal no hace caso de lo que dicen los testigos, parece el abogado de (Roberto) Dumont.” Andrea Marie Altieri, la abuela de Jessica, es francesa. Nació en Casablanca, Marruecos, cuando era dominio de Francia. Su padre era militar y estaba destinado allí. Luego se compró tierras en Toulouse, se hizo agricultor y cuando las vendió, como parte de pago le dieron campos en Salta. Así llegó Andrea a la Argentina. Desde hace unos años vive en Tucumán.
El suicidio de su nieta le ha dado el golpe más duro de su vida. Supera incluso el dolor de cuando quedó viuda, a los 30 años. Su larga residencia en Argentina no le hizo perder su acento. “Mi nieta era campeona sudamericana de taekwondo, participó en el Mundial que se hizo en Bulgaria, era una chica maravillosa, deportista, buena amiga, tenía novio, su vida tendría que haber sido maravillosa porque ella era nuestro orgullo.” La voz se le quiebra en forma permanente, sobre todo cuando recuerda que la vio por última vez “tirada en el piso... señor”.
“La decisión del fiscal es machista, no respeta el género. Su padre no podía obligarla a que le revisaran la vagina en su presencia. Esa fue una humillación, un atropello. Su padre le ha sacado el derecho a la vida y tiene que ser juzgado por eso.” Andrea recuerda que fue cantante, en Francia y en Argentina, y que solían hacer un dúo de entrecasa con su nieta. Habla fascinada, con Página/12, de la Piaf, de Charles Aznavour, de Yves Montand, de George Brassens, de Gilbert Becaud, de Jacques Brel, pero aclara que en julio de 2009 dejó de cantar.
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