SOCIEDAD • SUBNOTA
Puerto Iguazú, en la triple frontera con Brasil y Paraguay, es un punto de encuentro multicultural. “Se habla el español, el portugués y el guaraní, pero también el portuñol y hasta el guarañol, que son las palabras de uso corriente que provienen del guaraní”, explica Karina, la guía que acompañó en su recorrida a Página/12. De la cultura guaraní quedan las palabras y las costumbres, como el mate y ciertas comidas como la sopa paraguaya y el chipá. Pero la gente guaraní no está a la vista en la ciudad. Son muy pocos –el último censo reveló que son apenas 5000 en toda la provincia–, viven en la selva, en pequeñas parcelas que el Estado les ha reconocido, insignificantes, en relación con todo lo que tenían como hábitat, que era toda la selva. Eran recolectores y cazadores, pero su ambiente cambió con la llegada del hombre europeo y las explotaciones agrícolas y forestales. Muchos se fueron a trabajar fuera de las comunidades y otros fueron diezmados por las enfermedades y el aislamiento. Hay pocas escuelas bilingües. Los adultos les enseñan el idioma guaraní a sus hijos, para que no se pierda, y a la vez combaten contra flagelos de la sociedad de consumo, como el tabaquismo y el alcohol, que suelen hacer estragos entre los jóvenes.
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