“La obesidad infantil es un problema que ya estamos sufriendo en la Argentina y que se traducirá en una grave cuestión de salud pública para los próximos 20 años”, anticipa Alejandro O’Donnell, ex jefe de Nutrición del Hospital Garrahan y director del Centro de Estudios sobre Nutrición (Cesni).
En las causas, para los chicos como para los adultos, confluyen la alimentación inadecuada con la falta de ejercicio físico. “Un estudio que hicimos en una provincia argentina muestra que los chicos más gordos suelen ser los que tienen más actividades extracurriculares, como inglés y computación, en la medida en que dejan de lado el ejercicio físico”, comenta O’Donnell, y advierte que “la obesidad desde la infancia se da con más frecuencia en los sectores sociales más bajos”, que habrán de cargar el peso de males como “la hipertensión, los infartos, la insuficiencia renal, la ceguera por diabetes”.
Afecta más a los pobres porque “la comida más barata y más fácil de cocinar es la que tiene más calorías, como las salchichas; la gente más humilde compra los cortes de carne más baratos, que tienen más grasa”. Contra lo que pudiera pensarse, la obesidad puede ser consecuencia de la desnutrición: “No se trata de desnutridos absolutos sino de chicos que no se nutrieron bien en los primeros tres años de la vida, por ejemplo por haber sufrido diarreas a repetición, y el resultado es que quedan petisos y engordan. Los primeros tres años son decisivos para la nutrición; por eso los comedores escolares, lamentablemente, llegan un poco tarde”.
Jorge Braguinsky, director del Area Nutrición del Posgrado de la Universidad Favaloro, señaló que “se ha estudiado un fenómeno llamado del tracking, del arrastre, por el cual entre el 60 y el 70 de los chicos obesos han de ser adultos obesos: como la obesidad infantil está creciendo en forma epidémica, vamos a tener una epidemia de adultos obesos”.