SOCIEDAD
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Los fantasmas que dejó la tragedia
Por M. D.
Que todo es mentira, que nadie muestra “de verdad” lo que ha pasado con sus vidas. Que los muertos están apilados en una exportadora de frutillas, en la morgue del Hospital Cullen, en el frigorífico Nelson. Que nunca se va a saber la verdad. Eso es lo que se repite de boca en boca a pesar de que el agua baja y los cuerpos que todos suponen quedaron bajo el agua siguen sin aparecer. En la oficina provincial de búsqueda de personas sólo quedan 18 desencontrados y ningún familiar directo reclamando con demasiada ansiedad.
La Cruz Roja, los voluntarios del Garrahan que trabajan en la ciudad, las autoridades del comité de crisis, nadie espera que la cifra de fallecidos aumente desmesuradamente. “Si flotaron los caballos y los perros, ¿por qué no van a flotar las personas?”, se pregunta Ariel Kenet, responsable de la delegación de Cruz Roja. Sin embargo, no hay lógica que convenza a los protagonistas de la inundación. “Mi hijo sacó siete bebés muertos”, dice una mujer autoevacuada en un hotel del centro. Pero cuando se le pregunta si es posible hablar con su hijo dice que no, que no quiere angustiarlo. Todos conocen a alguien que vio a alguien que trabaja en algún lado y que vio las bolsas negras. “Es probable que todavía aparezcan unos cuerpos más –dice una de las psicólogas del colegio de profesionales que recorre los centros de evacuados–, pero la certeza que tiene la gente está ligada a la dimensión de lo que vivieron. Todos sienten que se salvaron de milagro, que son la excepción.” Veintitrés muertos no parece una cifra suficiente para graficar la dimensión de la tragedia a la que se sobrevivió, pero no hay manera de convencer a los vecinos del barrio Santa Rosa de que en la “casita de los jubilados” no han muerto todos sus habitantes. “¿Vos te crees que alguien sacó a los viejos? ¡Si nosotros apenas pudimos salir porque nos salvó un ángel guardián. Mi hijo de nueve casi se ahoga”, dice Liliana García, que, como la mayoría de la gente del Santa Rosa, el Chalet y el San Lorenzo, fue rescatada por voluntarios que con sus canoas y lanchas particulares hicieron que la inundación no fuera una masacre.
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