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“¿Podemos, de buena fe, seguir vendiendo este producto?”, se inquietaba un grupo de trabajo de la firma Cutter en 1985, sin que la empresa se diera por enterada. El dato figura en uno de los documentos internos de la firma que se dieron a conocer ayer en Estados Unidos: “Son los testimonios más incriminadores de la industria farmacéutica que se hayan visto nunca”, sostuvo el representante de una ONG dedicada a la salud pública.
En mayo de 1985, el distribuidor de Cutter en Hong Kong envió un llamado urgente a la casa central: muchos chicos con hemofilia se estaban infectando con VIH, los padres estaban desesperados: ¿no podría la compañía enviar el nuevo producto en vez del anterior? La central contestó que el nuevo medicamento se entregaba sólo en Estados Unidos y Europa, aunque había disponible una pequeña cantidad “para los pacientes más vocingleros”. El episodio salió a la luz en la investigación, firmada por Walt Bogdanich y Eric Koli, que publicó ayer el New York Times.
Cuando, en 1984, un distribuidor de esa ciudad había solicitado que le enviaran el producto termotratado, Cutter le contestó: “Use los stocks” del producto anterior, ya que éste no planteaba “un riesgo severo” y era “el mismo buen producto que hemos provisto durante años”.
La misma investigación da a conocer un documento interno donde un grupo de trabajo de Cutter se plantea, en febrero de 1985: “¿Podemos, de buena fe, continuar enviando productos no termotratados al Japón?”. La decisión fue que sí.
Por ejemplos como éste, “se trata de los documentos internos de la industria farmacéutica más incriminadores que yo haya visto jamás”, afirmó Sidney Wolfe, director del Public Health Research Group, que desde hace treinta años investiga las prácticas de los grandes laboratorios.
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