Dom 09.12.2012

SOCIEDAD • SUBNOTA  › EL RECORRIDO QUE SE PUDO RECONSTRUIR

Qué pasó con Marita

› Por Soledad Vallejos

Desde esa mañana del 3 de abril de 2002, en que salió para no regresar, el destino de Marita Verón es un rompecabezas basado en indicios, testimonios, voces de testigos ocasionales, de mujeres rescatadas de redes de trata. En la causa, los indicios abruman, pero no las pruebas materiales. La fuerza probatoria recae en la palabra. Por ello los defensores convirtieron cada declaración en una pequeña batalla –con objeciones procesales no fundadas, preguntas cargadas de agresividad– y procuraron, minuciosamente, minar la credibilidad de los testigos. Las defensas llegaron a poner en duda el estrés postraumático sufrido por víctimas de trata y a compararlo con estrés laboral o el derivado de algún accidente vial.

Sin embargo, la fiscalía consideró que existen pruebas suficientes de que cada uno de los trece imputados jugó un papel en el derrotero de Marita. Cuando salió de su casa camino al hospital, para una consulta ginecológica, a Marita la interceptó un auto: a golpes, culatazos que la hicieron sangrar y manchar el asiento trasero, el imputado Víctor Rivero la habría obligado a subir. La fiscalía consideró probado que la secuestró por orden de su hermana, María Jesús, la profesora de gimnasia que fue pareja de Rubén “La Chancha” Ale –ex presidente del club San Martín de Tucumán– y manejó la remisería Cinco estrellas. Algunos testimonios afirmaron que el auto a bordo del cual Marita fue secuestrada llevaba el logo de esa remisería; otro testigo aseguró que el propio Rivero le relató el episodio. El fiscal Carlos Sale pidió 25 años de prisión para cada uno de ellos, en tanto autor material él y autora intelectual ella. Su abogado defensor, Cergio Morfil, negó denodadamente la culpabilidad y pidió la absolución.

La fiscalía y la querella coinciden en la reconstrucción de lo que sucedió tras el secuestro: Rivero llevó a Marita a casa de su hermana, en Yerba Buena, un barrio a 40 cuadras del centro de San Miguel de Tucumán. Luego, en otra casa, la joven habría sido drogada, violada, sometida a una fiesta sexual. De allí habría escapado. Hay testigos que la vieron deambulando al borde de una ruta, como perdida, como obnubilada. Un patrullero de la comisaría de La Ramada la habría levantado. Una circular había advertido en todas las dependencias policiales acerca de la busca de Marita. Sin embargo, los policías de La Ramada nunca dieron aviso de haberla encontrado. Durante el debate oral, el comisario Julio Fernández –actual jefe de la División Trata de Personas provincial– dijo que creía que ese mismo patrullero había llevado a Marita a la terminal de ómnibus, donde “tengo la hipótesis de que fue abordada”. Raptada nuevamente.

En su recaptura, Marita fue llevada, según la acusación, a casas de Daniela Milhein y su pareja, Alejandro González, dos imputados para quienes la fiscalía pidió 25 años de prisión por considerarlos partícipes necesarios del secuestro. Aunque negó los hechos, Daniela Milhein sorprendió durante su declaración al revelar que ella misma había sido secuestrada y obligada a prostituirse por Rubén “La Chancha” Ale, padre de uno de sus hijos.

Tras un tiempo, Marita fue llevada a La Rioja: la habría comprado Irma “Mamá Lili” Medina para explotarla en los prostíbulos que poseía en sociedad con sus hijos, los mellizos José “Chenga” y Gonzalo “Chenguita” Gómez. Medina la ocultó: le hizo teñir el pelo, usar lentes de contacto; luego la habría explotado en los prostíbulos Candilejas, Candy y El desafío. Marita habría sido mantenida en esos lugares explotados y regenteados, además de por Medina y sus hijos, por Mariana Bustos (“doña Patricia”), ex mujer de Chenga Gómez, Paola Gaitán (“doña Claudia”) y su esposo Carlos Luna, Juan Derobertis.

Cuando se estaban por realizar allanamientos, Medina y los Gómez eran puestos sobre aviso; sacaban a Marita y las menores del prostíbulo. Los testimonios indican que José “Chenga” Gómez eligió a Marita como su “doña”: la obligó a tener un hijo suyo. Hay relatos de Marita con un niño; han declarado testigos a quienes Marita contó la historia y recomendó, para sobrevivir en el mundo de la trata, no resistir. Pasado el tiempo, la búsqueda de Marita fue tan intensa que la red riojana la vendió a una red española. Durante el debate oral, Andrea D., una testigo rescatada de una red de trata, contó cómo se enteró: veía con Medina el programa de Guillermo Andino, que entrevistaba a Trimarco y su esposo, Daniel Verón. Medina rió. “Dijo que los padres de Marita eran unos boludos porque la buscaban y ella estaba en España.”

Tiempo después, hicieron regresar a Marita a Argentina. Desde entonces, seguir su rastro fue más arduo.

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