SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINIóN
› Por Pedro Kesselman *
El 4 de agosto de 1939, con motivo del accionar de funcionarios de la comuna de Córdoba que mutilaban y talaban árboles en la capital de la provincia mediterránea, el gran abogado y escritor Deodoro Roca, redactor del Manifiesto Liminar de la Reforma Universitaria de 1918, escribió un artículo en el periódico Las Comunas, de aquella ciudad. El artículo se titulaba “Pedimos la cabeza de los asesinos de árboles”, y, en él, Deodoro reclamaba la entrega de esas cabezas “no para cercenarlas, ni para martirizarlas, conforme ellos lo hacen con los indefensos árboles”... sino “para satisfacer una antigua curiosidad: ¡para ver qué tienen adentro!”. Y reclamaba que el juicio al que debían ser llevados esos funcionarios municipales “no conduzca a ninguna pena corporal sino a la pena ‘capital’ del burócrata: a la destitución”.
Setenta y tres años después, en la Ciudad de Buenos Aires observamos con dolor e indignación el hasta hoy impune y sistemático asesinato de árboles que, masivamente, lleva a cabo el gobierno que encabeza el señor Mauricio Macri. En calles, parques y plazas asistimos a la mutilación y tala que, munidos de sierras y hachas, cometen personas con llamativas casacas amarillas provistas por los instigadores y autores intelectuales de tales crímenes. Estos asesinatos seriales de árboles han llegado a la Avenida 9 de Julio, y se dirigen a sustituir los hermosos y valiosos ejemplares arbóreos allí existentes por cuatro carriles por los que circularán varias líneas de colectivos, que se superpondrán a la Línea C de subterráneo que transita bajo esa avenida.
La desaparición de los árboles que embellecen la emblemática avenida porteña, de la que son parte de su paisaje cultural, sirviendo además de factor esencial para disminuir el ruido y la contaminación, dando sombra al transeúnte, es una muestra de la nula importancia que el gobierno del señor Macri da a la protección del medio ambiente, al que ataca constantemente.
Por ello, los ciudadanos y ciudadanas de Buenos Aires debemos decir basta a esta política que daña gravemente nuestro derecho a gozar de un medio ambiente sano, como lo sostiene la Constitución porteña. Y, como Deodoro en Córdoba, pidamos en Buenos Aires la cabeza de los asesinos de árboles, al solo efecto de ver qué tienen adentro y conseguir aplicarles la pena capital para tales burócratas destructores: la destitución.
* Abogado y vecino de esta Ciudad de Buenos Aires.
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