Vie 27.06.2003

SOCIEDAD • SUBNOTA

El fútbol también puede ser pasión de secuestradores

Los familiares de futbolistas famosos se convirtieron, en el último año, en objetivo de los captores. Los hermanos de Riquelme y de Zapata, y el padre de los Milito, son los casos más sonados.

En el último año, los jugadores de fútbol y, sobre todo, sus familiares se convirtieron en el blanco favorito de los secuestradores. Las razones son variadas: son famosos, ganan mucho dinero, suelen andar en autos lujosos y, a diferencia de otras grandes estrellas o de los empresarios importantes, nunca andan con custodia. Así, en menos de doce meses se sucedieron los casos de Cristian Riquelme, el hermano de Román; el del padre de Gabriel y Diego Milito, y el del hermano del volante de River, Víctor Zapata, Germán. Conocedores del mal trance, las tres víctimas se comunicaron ayer, de inmediato, con Leonardo Astrada para manifestarle su apoyo.
El accionar de las bandas obligó a los jugadores a cambiar, por un tiempo, las gambetas, rabonas y amagues, por trámites que nada tienen que ver con el deporte: la negociación del rescate con los captores, conversaciones crípticas a traves de teléfonos pinchados.
El primero de los afectados fue Juan Román Riquelme, el ex astro de Boca. Su hermano Cristian, de tan sólo 17 años, fue secuestrado el 2 de abril del 2002 en la localidad de Don Torcuato, cuando regresaba a su casa junto con dos amigos, luego de una cena. Pasó exactamente 29 horas en manos de sus captores hasta que las negociaciones que llevó personalmente el actual jugador del Barcelona dieron sus frutos y fue liberado, tras el pago de 160 mil dólares, a metros de la estación de Ramos Mejía.
Además de Riquelme, otros futbolistas tuvieron que superar el trance de ver sus nombres en la sección policiales de los diarios, como los hermanos Milito, cuando su padre, Jorge, fuera secuestrado apenas descendió de su automóvil en la puerta de su casa, el 29 de agosto último. “Mirá, si querés matarme, hacelo ahora. Pero no amenaces ni extorsiones más a mi familia. Con ellos no te metas”, le gritó en su momento Jorge al jefe de sus captores. Por toda respuesta recibió una advertencia: “Acá el que decide si te mato o no soy yo”, dijo el secuestrador. Horas después, Milito fue liberado tras el pago de 30 mil dólares de rescate. En total pasó cerca de un día secuestrado.
Para Germán Zapata, el tiempo en cautiverio fue mucho mayor. Fueron 16 días, con el 31 de diciembre de 2002 incluido, los que debió soportar en manos de sus captores, hasta que fue liberado en la localidad de San Miguel. El muchacho, de 16 años y jugador de fútbol como su hermano, había sido secuestrado en la localidad de Billinghurst el 27 de diciembre mientras llevaba a su novia a su casa a bordo de su BMW.
En un primer momento, los secuestradores pidieron 500 mil dólares de rescate, creyendo en la existencia de un supuesto contrato que habría firmado Víctor Zapata con la institución millonaria. Pero con el tiempo las pretensiones fueron descendiendo hasta llegar a 120 mil pesos, dinero que finalmente fue arrojado de un tren por el propio jugador.
Por último, entre tantos familiares, el caso de Jorge Cervera, delantero de Banfield, es uno de los pocos que debió sufrir un jugador en carne propia. Cervera regresaba de una comida junto con su hermano cuando ambos fueron interceptados por dos automóviles con varios delincuentes a bordo. En un primer momento, los captores pensaban sólo robar el dinero de sus víctimas, pero al reconocer al jugador decidieron llevárselo con ellos y exigir un rescate a los directivos de Banfield. El precio, acorde con la situación económica de la institución del sur, fue de sólo 5 mil pesos. Sin embargo, antes de que el pago se llevara a cabo, los delincuentes se enfrentaron a tiros con la policía y Cervera, aprovechando su estado físico, escapó corriendo.
Eduardo Coudet no fue víctima de ningún secuestro, pero decidió irse del país, el año pasado, por temor a la inseguridad. Sin embargo, volvió seis meses después, y ahora va al entrenamiento en su Lotus último modelo.

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