Dom 21.07.2013

SOCIEDAD • SUBNOTA  › GUILLERMO LEMARCHAND, INVESTIGADOR Y DISCIPULO DE CARL SAGAN

A la caza de señales de inteligencia extraterrestre

› Por Pedro Lipcovich

Mientras sigue intentando generar la mayor noticia de la historia –“se confirmó la llegada de la primera señal de inteligencia extraterrestre”–, el proyecto SETI (Search Extraterrestrial Intelligence) ya ha logrado un valioso, inesperado resultado: poner en cuestión los prejuicios de época que, inadvertidos, acompañan y limitan el pensamiento humano, incluido el de los científicos. Así lo muestra el investigador argentino Guillermo Lemarchand, quien, como discípulo de Carl Sagan –el recordado fundador del proyecto–, es uno de los científicos que más se comprometieron en el SETI, y quizás el que más agudamente ha sabido reflexionar sobre él. Hoy, caída la idea de conquistar la galaxia mediante naves espaciales, la perspectiva de comunicarse con otras razas inteligentes sigue tan viva como siempre; la fortalecen el hallazgo de nuevos planetas habitables y los constantes avances en los instrumentos de detección; la debilitan los prejuicios tecnológicos de cada época y –aunque parezca tan demodé– el temor, subsistente en los políticos, a la invasión extraterrestre.

–¿Cómo evalúa el hallazgo de nuevos planetas habitables, anunciado por el European Southern Observatory? (Ver nota aparte.)

–Se anota en uno de los más grandes descubrimientos de la última década: el de que estrellas mucho más frías que el sol, y mucho más abundantes en nuestra galaxia, pueden tener planetas, cosa que se creía imposible: esto ha multiplicado la cantidad de sistemas planetarios en el Universo y últimamente se empezaron a descubrir, alrededor de este tipo de estrellas, planetas habitables. Sin embargo, la probabilidad de que los programas SETI registren alguna señal sigue siendo muy pequeña. Necesitamos radiotelescopios con grandes áreas colectoras. El más sensible que utilizamos es el de Arecibo, en Puerto Rico, con 305 metros de diámetro. Pero ya está en construcción el Square Kilometer Array, en Sudáfrica: un conjunto de varios radiotelescopios con una superficie colectora total de un kilómetro de diámetro. De todos modos no es fácil: el radiotelescopio debe apuntar a determinado punto del espacio justo en el momento en el que una hipotética señal de otra civilización esté pasando por la Tierra –contestó Lemarchand, en diálogo telefónico desde Francia, donde actualmente es consultor de la Unesco.

–¿Qué cambios han tenido los criterios de búsqueda de señales de vida extraterrestre desde que comenzó el SETI?

–A principios de la década de 1960, cuando surgió el proyecto SETI, se suponía que toda civilización tecnológica, tarde o temprano, llegaría a conquistar el espacio. Era la época en que la “carrera espacial” estaba en su apogeo, y esa misma perspectiva podía leerse en los artículos de divulgación y las novelas de ciencia ficción. Por entonces nadie dudaba de que a principios del siglo XXI ya habríamos llegado a Marte. Aquella cosmovisión respondía a una idea de desarrollo en todos los órdenes: se suponía un crecimiento exponencial en la tecnología, en el producto bruto, en la explotación de los recursos naturales; el concepto de sustentabilidad no tenía mucho lugar en la cabeza de los científicos. Bueno, no hemos llegado a Marte. La idea de que toda civilización tecnológica eventualmente conquistará el Universo es una visión restringida a un tramo muy específico de la historia humana.

–Hay datos que contradicen esa idea...

–Hoy sabemos que el costo de un viaje interestelar es elevadísimo. Se han hecho cálculos de cuánto costaría, en términos de la energía requerida, con independencia de la tecnología que se utilice. Una nave espacial que recorra la galaxia al 90 por ciento de la velocidad de la luz, por perfecta que sea, requeriría transformar en energía la masa íntegra de varios miles de estrellas. Al mismo tiempo, la evolución reciente de nuestro instrumental muestra que es posible obtener mucha información acerca de regiones distantes del Universo, sin necesidad de los gastos, los peligros y los posibles fracasos del viaje interestelar.

–¿Cuál es la situación actual de la búsqueda de inteligencia extraterrestre?

–El observatorio de Arecibo, en Puerto Rico, sigue dedicado activamente a esta búsqueda. Pero también otros radiotelescopios, mientras desarrollan sus propios proyectos, registran señales desde el espacio, hacen un primer análisis y las distribuyen por Internet mediante el proyecto SETI at Home, el primer programa de ciencia ciudadana: cualquier particular puede bajar ese programa a su computadora que, mientras su dueño no la use, procesará la información y la reenviará por Internet. Son millones de computadoras trabajando simultáneamente (setiathome.berkeley.edu). En los últimos 15 años, el área que más avanzó es el conocimiento de los planetas extrasolares y, claro, los desarrollos en informática incrementaron la capacidad de procesar señales extraterrestres en un factor de diez mil o más.

–¿Qué avances de la ciencia podrían potenciar el proyecto SETI?

–La información que tenemos del Universo proviene esencialmente de las ondas electromagnéticas: el espectro visible, las ondas de radio y otras. Pero es posible que en el futuro descubramos otras formas de trasmitir información, tan sutiles que todavía no hemos sido capaces de encontrarla. Por ejemplo, las partículas llamadas neutrinos son mucho más eficaces que las ondas electromagnéticas para la comunicación interestelar, ya que casi no interactúan con nada; pero esto los hace mucho más difíciles de registrar. No disponemos de detectores y emisores con la sensibilidad necesaria para procesar mensajes mediante neutrinos, pero tal vez los tengamos más adelante, y quizás alguno de esos fenómenos nos permita encontrar la primera evidencia de que no estamos solos en el Universo.

–SETI no transmite a su vez hacia el espacio exterior...

–No, porque todavía no se ha agotado una polémica, que a mi entender es ridícula, entre los “paranoicos” y los “pronoicos”: los primeros no quieren emitir señales que puedan revelar nuestra posición en la galaxia, no sea cosa de que vengan los extraterrestres a conquistar el mundo. Nuevamente se trata de una idea antropocéntrica, muy humana, digamos, y fechable históricamente. De hecho, el primer nombre del proyecto había sido CETI, con “c”: Comunicación con Inteligencias Extraterrestres; pero hubo que reemplazar “Communication” por “Search”, “búsqueda”, para tranquilizar a los políticos norteamericanos; ellos estaban muy miedosos con que nos pudieran conquistar. Lo que nadie pudo hacerles entender es que el pecado ya estaba hecho: las señales producidas por los radares militares salen constantemente desde hace más de 50 años, formando una esfera con centro en el sistema solar.

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