Dom 05.01.2014

SOCIEDAD • SUBNOTA  › UNA MUESTRA PARA RECORDAR AL NEGRO OLMEDO

El Gran Capitán Piluso

Se inauguró ayer en una carpa junto al Museo de Arte Contemporáneo. Por allí desfilan todos sus personajes, desde Rucucu a Borges y el Yeneral González.

› Por Carlos Rodríguez

Desde Mar del Plata

En una de las carpas aledañas al Museo de Arte Contemporáneo de esta ciudad, desde hace unos días ocurren cosas extrañas, según aseguran algunos vecinos y el personal de seguridad. Dicen que vieron a un hombre vestido con uniforme de color rosa viejo, con un gorro pseudomilitar a tono, que dice ser El Dictador de Costa Pobre. El extraño personaje, que casi siempre habla a los gritos, estaba dudando entre invadir militarmente a la Argentina o a Japón. Finalmente, al parecer, se decidió por someter a los japoneses, pero todo indica que se equivocó y desembarcó en Mar del Plata. Apenas tocó tierra tuvo un entredicho con el Capitán Piluso, un sujeto que vive en blanco y negro, cargado con peligrosa gomera al cuello. Aseguran que el capitán no tiene ninguna experiencia en alta mar, aunque tiene una mar de seguidores fieles. Por suerte, afirman las fuentes consultadas por Página/12, todo se solucionó sin derramamiento de sangre, porque el primer ataque se lo encomendaron a un tal Yeneral González, un verdadero inútil a la hora de llevar a la práctica una estrategia militar. Una mujer llamada Divina Gloria le dijo a este diario que se trata de un caso de personalidad múltiple y que todos esos extraños hombrecitos se nutren, cobran vida, gracias a un tipo llamado Alberto Olmedo, que fue –o es todavía, aunque ya falleció– un “capocómico extraordinario que nos hizo felices a todos, especialmente a nosotros, los que tuvimos la suerte de trabajar con él”. “Dicen que la adolescencia es la edad de los sueños y de las realizaciones. Cuando lo conocí a Olmedo yo tenía 20 años, y tuve que hacer un pequeño papel en una película; puedo asegurar que allí comenzó mi verdadera adolescencia y hasta tuve la infinita felicidad de llegar a ser su amiga”, agregó. La mujer, sin dejar rastro alguno, desapareció en medio de una multitud de personas que, según dijeron, conocieron muy bien al tal Olmedo y a muchos de sus amigos.

Entre ellos nombraron a Chiquito Reyes, un hombre que era engañado por su mujer, y a otro ñato que se llamaba Rogelio Roldán. Unos dicen que era un empleado tímido que era acosado sexualmente por la mujer de su jefe, una morocha infartante que lo quería llevar a la cama, sin ningún éxito.

“Mi padre está en todos lados, dentro de esta carpa que armamos en su homenaje por el 80º aniversario de su nacimiento. Yo traje todos los recuerdos familiares, los regalos y premios que recibía, las tapas de las revistas en las que apareció. Estoy muy contento por esto que hicimos, y sobre todo por lo presente que sigue en su público, en las personas que vinieron a ver la muestra, porque lo que les despierta mi padre es amor.” Mariano Olmedo afirma ser uno de los cinco hijos del Olmedo mágico que parece ser el creador de todos los duendes que andan circulando por la zona y que, en lugar de terror, provocan risas y hasta alguna lágrima.

“Yo lo conocí mucho a Olmedo. Cuando empecé a trabajar con él, en el teatro, siempre lo trataba de usted. Por suerte, después, nos hicimos grandes amigos, sobre todo en los últimos seis años de su vida. Yo soy de Mar del Plata y estuve con él la noche anterior a la de su muerte. Me había regalado esa noche dos botellas de champán y yo las tomé a las 7 de la mañana del 5 de marzo de 1988, el día en que falleció. ¡Horas antes de que él muriera! Un amigo común, Jorge Rosemberg, que ahora vive en el sur, lo tiene grabado un día que vino a mi casa a saludar a mi vieja y después se fue caminando para juntarse con Rogelio Roldán, uno de sus grandes amigos. Hace años que quiero hacer una copia de ese video para tenerlo como recuerdo.” José Luis Gioia, que dice ser humorista, tiene presente uno de los últimos recuerdos del tal Alberto Olmedo, el de la múltiple personalidad. Gioia aporta un dato controvertido, dice que Rogelio Roldán no era un empleado tímido, sino el dueño de una funeraria marplatense de la que Olmedo tomó el nombre para crear uno de sus personajes.

En la carpa, donde pasan los hechos extraños, hay un sinfín de datos que concuerdan con las apariciones. Está el Dictador de Costa Pobre, incluso en una propaganda de cerveza en la que aparece con su ridículo uniforme y con una frase que pone blanco sobre negro su personalidad extraviada: “De acá”, es lo que dice, mientras hace un gesto irreproducible. El Capitán Piluso, acompañado por un tal Coquito, vestido como marinero sin alta mar, como su jefe, aparece en fotografías y tapas de revistas. Incluso hay varios discos, los viejos LP, con canciones para niños. Lo peor es que los chicos se lo agradecen, porque parece que el capitán visitaba los colegios y los chicos le firmaban manuscritos de recuerdo.

La actividad en la carpa aledaña al museo cobra inusitada trascendencia porque hasta se hacen presentes el gobernador de la provincia, su secretario de Cultura, y el intendente de la ciudad. Desde lo alto de la carpa, Alberto Olmedo se ríe y parece decir: “Te olvidaste de Alvarez y Borges”.

Nota madre

Subnotas

  • De canchita a museo
    › Por Carlos Rodríguez
  • El Gran Capitán Piluso
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