SOCIEDAD
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“Terminé siendo juzgada”
› Por Mariana Carbajal
“No presenté testigos ni abogado porque pensé que iban a juzgar el hecho, pero terminé siendo yo la juzgada”, dijo Ivana Rosales a Página/12 y aclaró que no pudo apelar la sentencia por falta de dinero para pagar a un abogado. Ya casi no muestra huellas físicas visibles del castigo que recibió de manos de su esposo. Pero todavía arrastra problemas en la mandíbula y se le nota al hablar.
Tiene 28 años. A Mario Garoglio, 19 años mayor que ella, lo conoció en Rincón de los Sauces –una localidad de Neuquén plagada de boliches–, donde Ivana trabajó un par de semanas “como copera y no como prostituta”, aclara. Garoglio trabajaba –como en la actualidad– como coordinador de transporte en una empresa prestadora de servicios a compañías petroleras. Ivana dejó aquel empleo, se fue a vivir con él y al poco tiempo quedó embarazada. La noche en que Garoglio intentó asesinarla, llevaban ocho años juntos, durante los cuales tuvieron tres hijos, que hoy tienen 8, 7 y 4 años. Dice que ésa no fue la primera vez que le planteó su intención de divorciarse. “Hacía cuatro o cinco meses que se lo venía diciendo.” También dice que él la engañaba, que se cansó de lavar camisas con manchas de rouge de otras mujeres, y que ella soportó esa situación “por mis hijos”. Hasta que conoció a otro hombre: “Esa persona me terminó demostrando que había otro mundo”.
Después del intento de homicidio, Ivana siguió viviendo con Garoglio por dos meses. La explicación que da es que tenía la necesidad de reconstruir, a través de las palabras de su esposo, todo lo que había sucedido aquella fatídica noche. “Quedé con pesadillas, no podía dormir con la luz apagada, sufría claustrofobia que nunca había tenido.” Garoglio terminó contándole todo y eso a ella, de algún modo, la ayudó a recomponerse y a tomar la decisión de alejarse de él definitivamente. Hoy, él le pasa 450 pesos de cuota alimentaria y le paga el alquiler del departamento que ella habita con los chicos en Cinco Saltos, provincia de Río Negro, cerca de Cipolletti, donde él trabaja. Como la sentencia no está firme, Garoglio sigue en libertad.
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