–¿Cómo cambió la vida de Luana después de que el gobierno de la provincia de Buenos aceptara darle un nuevo DNI acorde con su identidad de género? –preguntó Página/12 a Gabriela Mansilla, la mamá de la niña trans.

–Hay dos puntos, lo que pasó de la puerta de casa para afuera y para adentro. De la puerta de casa para afuera, Luleta, como le digo en casa, cambió hasta en el jardín. Ella les pudo decir a todos los chicos que ella tenía un nuevo DNI, estaba muy feliz, lo manifestó de todas las maneras. La llevé en abril a darle la vacuna antigripal, porque tiene asma bronquial, fui con el DNI, con la orden, y se la dieron. Fue simple.

–¿Antes qué pasaba?

–Antes tenía que explicar por qué en la orden y en el DNI figuraba un nombre de varón y veían a una nena rebonita para vacunar. La llevé al dentista para hacer el bucodental. También, sin preguntas incómodas. Lo que me pasó es que siempre estaba esperando que me pregunten... como el perro apaleado que siempre que le hacen un gesto se agacha. La inscribí en la primaria, me pidieron fotocopia del documento y otra vez, simple. Aunque en la escuela sabían su historia porque yo ya venía tramitando antes su ingreso. Entonces no hay exposición ni maltrato para ella. Y fui a los lugares que ella va, patín, inglés, a llevar la nueva fotocopia del DNI, y les pedí que saquen la copia vieja.

–¿Cómo recibieron ese cambio?

–La profesora de patín siempre tuvo gran aceptación por ella. Siempre la trataron en femenino. El haber estado en los medios nos dio un poco más de respeto. No sé si la gente tiene miedo de que yo salga en la tele a acusarlos si la discriminan. O que conocen el caso. En realidad, decir caso es horrible porque Luana no tiene una enfermedad.

–La historia de Luana...

–La historia. Gente que no se animaba a hablarme leyó su historia, la escuchó, la vio y entonces supo por qué el nene de la otra cuadra vestía de nena. Hubo mucha gente que me dijo “te admiro, qué fuerza”. Me paraban en la calle vecinos y me decían: “Eras vos, te vi en la tele”. Madres que me gritaban en la calle “te felicito”. Me felicitan pero agradecen que no le pasó a su hijo. Y hubo una cosa que no sé si está buena: nueve de cada diez me dijeron: “Yo no sé qué hubiera hecho en tu lugar”. ¿Cómo que no sabés? Vos tenés que saber bien que tendrías que haber hecho lo mismo. Ese tipo de comentario expresa que seguimos con el miedo de “vos sí podés, pero yo no hubiera podido”. O “de dónde saco yo fuerza para hacer lo que vos hiciste”. Hay gente que por más que le expliques va a seguir teniendo miedo frente a lo diferente. Y la edad de Luana, que es lo que más la puso en tela de juicio, fue lo que más la benefició después. Porque decían “y sí, tan chiquitita no puede fingir”.

–¿Cómo empezó primer grado?

–La maestra me contó que habían ido distintas personas de la escuela a preguntarle por Luana, para que les contara cómo era la nena trans que ella tenía en su grado. Y la maestra les dijo: “Fijate, adiviná quién es”. Y no adivinaron. Todos ven una nena. Ella demuestra que es una nena. No hay más que hablar.

–¿Siente un poquito de felicidad por tantos logros?

–No estoy feliz, porque mi hija sigue creciendo. Si el DNI fuera el final feliz de mi nena sería buenísimo, pero Luana va creciendo y tiene su desarrollo de varón, que hay que prever. Entonces, vendrá la etapa de consultar a endocrinólogos y será otra vez la primera niña trans que inicie algún tratamiento. La terapias hormonales se han hecho en adolescentes, no en niños. Hay que evitar que se desarrolle masculinamente. En el documental que yo vi la nena estaba tomando pastillas que le frenaban el desarrollo de varón hasta la pubertad, pero eso ocurría en Estados Unidos. En Argentina ese tratamiento todavía no se hizo a tan corta edad. ¿Cuándo voy a estar plenamente feliz? No lo sé. Me angustia pensar qué va a pasar cuando empiece a crecer y tenga un noviecito y los papás de ese noviecito se enteren de que ella es Luana. ¿Qué le van a decir? ¿Esa nena tiene cuerpo de nene? Si no pasa, buenísimo, pero lo dudo. Yo tengo que estar preparada para todo.