SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Pedro Lipcovich
“La leche materna va cambiando a lo largo de los meses para acompañar el desarrollo del bebé, y aporta inmunidad para los gérmenes específicos del medio en que habitan madre e hijo”, destacó Nicolás Kreplak, subsecretario de Medicina Comunitaria, Maternidad e Infancia del Ministerio de Salud de la Nación.
“En los primeros seis meses de vida, el bebé todavía tiene que desarrollar su sistema inmunitario: los anticuerpos que la madre produce y libera junto con la leche son la parte complementaria del sistema inmune de su bebé. Y la madre, respecto de los gérmenes habituales del medio en que vive, ha adquirido una inmunidad que a su vez transmite al hijo. Además, durante la lactancia la mamá produce la hormona prolactina, que a su vez estimula el sistema inmune: por eso es frecuente que la mujer se enferme menos mientras da de mamar; y también el niño recibe esa hormona que estimula su inmunidad”, explicó Kreplak.
Por otra parte, “la leche materna se modifica a lo largo del tiempo: al principio, ofrece al bebé hidratos de carbono de rápida absorción, y después va ganando en capacidad nutricional, con grasas y proteínas. Además, ciertamente, la posición en que el chico toma el pecho, en relación directa con los ojos y el corazón de la madre, propicia una situación vincular que es muy importante”, agregó el subsecretario de Maternidad.
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