SOCIEDAD • SUBNOTA › GANAR LA CALLE > OPINIóN
› Por Mariana Carbajal
La convocatoria de mañana, con la consigna #Niunamenos parece superar todas las expectativas. No sólo se espera que la concentración sea multitudinaria frente al Congreso sino que habrá réplicas en alrededor de un centenar de ciudades de todas las provincias. El femicidio de Chiara Páez, la adolescente asesinada en Rufino, tocó alguna fibra que contagió la indignación ante tanta violencia machista que se lleva la vida de una mujer cada 30 horas en la Argentina por el solo hecho de ser mujer. O el hartazgo llegó por la sucesión de casos que se mediatizaron en las últimas semanas, seguramente, por haber ocurrido en lugares de acceso público y no en el propio hogar de la víctima o de su victimario, como solían suceder: un bar de Caballito, una calle de Puerto Madero, un jardín de infantes, un lago patagónico. Esos escenarios dejaron en evidencia la impunidad con la que actúan los femicidas. Pareciera que están cebados, que en la medida en que ellas –jóvenes, adolescentes– ganan autonomía, ellos pretenden enviar un mensaje aleccionador, disciplinador: que mantienen el control y no lo van a ceder tan fácilmente.
Desde este diario venimos denunciando hace años las escalofriantes cifras de femicidios que registra la Asociación Civil La Casa del Encuentro desde 2008 ante la ausencia de datos oficiales. En estas páginas hemos amplificado innumerables veces los reclamos y demandas del movimiento de mujeres, comprometido históricamente con esta problemática. Es para celebrar que se sumen voces que antes no se conmovían frente al tema, ni salían a las calles para pedir políticas públicas contra la violencia hacia las mujeres. Pero no alcanza con sacarse una foto con un cartel. En los últimos días, a quienes venimos trabajando desde hace tiempo por una sociedad más igualitaria entre varones y mujeres nos inquieta ver a funcionarios y funcionarias –de todos los colores–adherir a la marcha, cuando tienen responsabilidad directa en la implementación de medidas concretas para prevenir, sancionar y erradicar la violencia machista. Y puntualmente en la elaboración y la puesta en marcha de una plan nacional para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en todos los ámbitos de sus relaciones interpersonales –uno de los reclamos de la convocatoria del 3 de junio– como establece la ley 26.485. Nos atragantamos cuando vemos con el cartelito a conductores de radio o televisión –reconocidos por sus amplias audiencias–que se vanaglorian de su misoginia o machismo en sus programas, donde se cosifica a las mujeres, y a famosas conductoras que naturalizan o justifican la violencia machista con sus comentarios o preguntas inapropiadas. La discriminación histórica de las mujeres en la sociedad es la otra cara de la violencia de género. Esa discriminación es el caldo de cultivo que habilita que algunos hombres consideren a sus parejas o ex parejas –o a otra mujer que pretendan poseer– como parte de sus posesiones, al punto de apropiarse de sus vidas.
Necesitamos un plan federal para que se articulen políticas públicas desde la Nación con las provincias y los municipios, con presupuestos generosos. Pero es fundamental el compromiso de toda la sociedad –varones y mujeres– más allá de la marcha de este miércoles, si realmente queremos que no haya más femicidios. Hoy en la Argentina hay miles de mujeres que están atrapadas en relaciones de pareja atravesadas por la violencia machista (o que sufren acoso callejero o violencia sexual). Muchas de ellas han pedido ayuda y denunciado en la justicia y no han recibido escucha adecuada ni protección oportuna. Como una mujer que me escribió el domingo a la noche a mi FB. Nos conocimos el año pasado en la Feria del Libro de Mar del Plata, cuando fui a presentar mi último libro, Maltratadas. No sabía que ella también pasaba por esas circunstancias. El domingo me contó: “Hice una denuncia directamente en la fiscalía, y cuando lo llamaron a él, él puso todas las pautas, que siguen hasta ahora, entre las cuales estaba mudarse al quincho que está en el fondo de mi casa. Yo le dije a la jueza: ¿Tengo que venir en un ataúd para que la restricción sea un poco más amplia? ¿Hago una denuncia y usted me manda a casa con él? Y me contestó: “No lo mando a su casa, van a ser vecinos”. Me preguntó cuántos años hacía que estaba casada, y yo le dije que treinta. Entonces me contestó: “Lo que usted no resolvió en treinta años, ¿cómo pretende que yo se lo resuelva en cinco minutos?” Siempre hay margen para el asombro cuando se trata de decisiones judiciales. Los confirmamos hace unos días con el fallo de los camaristas Piombo y Sal Llargués. Tal vez la jueza que mandó al golpeador a vivir en el quincho de la casa de la víctima que lo denunciaba también se sacó la foto con el cartel #Niunamenos. Y con esa foto lavó su conciencia. El problema de la violencia machista es complejo y requiere respuestas complejas. La justicia es otra de las patas del problema, cuando avala a los violentos con sus arbitrarias resoluciones.
Salgamos mañana a las calles para pedir que no haya ni una mujer menos como consecuencia de la violencia machista. Unamos nuestras voces, y mantengamos el reclamo cada día. Queremos medidas concretas y no fotos. Queremos un compromiso serio para construir una sociedad con igualdad de oportunidades para mujeres y varones. Para que no tengamos que enterrar más Marías Soledad Morales, Angeles Rawson, Melinas Romero, Chiaras Páez, por recordar algunos de los nombres que más resonaron en los medios.
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