SOCIEDAD
• SUBNOTA › DEBATE SOBRE LAS DECISIONES DE MARADONA SOBRE SU PROPIA SALUD
“Una gambeta a la racionalidad médica”
› Por Pedro Lipcovich
“Maradona le hizo una gambeta a la racionalidad médica”: esta fórmula, enunciada por un especialista en medicina legal, puede servir como ingreso al crucial debate que sus últimas decisiones han venido a generar. Desde un punto de vista, el ex futbolista debió haber sido “protegido” mediante su internación, incluso por decisión del Estado y aun contra su voluntad manifiesta, por estar “mentalmente alterado” y actuar en forma “peligrosa para sí mismo”. Desde el otro punto de vista, las decisiones de Maradona deben ser respetadas porque “está en juego un derecho esencial y personalísimo: el de negarse a un tratamiento”. La controversia implica examinar cuestiones muy concretas, como la manera en que debe producirse la salida de un paciente en terapia intensiva, pero también se abre a una fuerte pregunta política: en qué medida la sociedad avanza hacia “un modelo médico-jurídico de control” sobre las personas. Por último, y como para que nadie se permita segregar al ídolo, una ironía se eleva del debate: “¿Maradona, peligroso para sí mismo? Pero cada ser humano es un peligro para sí mismo”.
“Diego Maradona es un paciente con una problemática psiquiátrica, como lo es la adicción, no está en condiciones de decidir y debería ser protegido por el Estado mediante un tratamiento con internación –sostuvo Liliana Grabin, titular de la cátedra de Psicología Aplicada al Deporte en la Facultad de Psicología de la UBA–. Esto debiera ser dispuesto desde el Ministerio de Salud o por orden de un juez.”
La psicóloga adujo que “el criterio de internación psiquiátrica es que una persona sea peligrosa para los demás o para sí misma, y este último es el caso de Maradona: se puso en riesgo al retirarse compulsivamente de la clínica. Yo trabajo en un hospital y no permitiríamos que un paciente cualquiera, en su estado, hiciera eso. Pero quienes estaban junto a él lo consintieron”, afirmó la psicóloga.
Es que “a Maradona todo el mundo lo quiere, todo el mundo lo mata –comentó Grabin–: no deberían haberlo expuesto en la televisión, donde, en el programa de Susana Giménez, se quebró y necesitó que ella lo tomara de la mano, en una búsqueda tristísima de reaseguramiento afectivo”.
La deportóloga otorgó especial importancia al entorno del astro: “A veces, cuando un deportista profesional deja la actividad, los amigos y aduladores le hacen difícil refocalizar sus metas de vida, queda entrampado en los halagos y entra en una caída sin fin”.
Sin embargo, “¿Maradona, peligroso para sí mismo?”, pregunta el psicoanalista Germán García, y contesta: “Puede ser, pero cada ser humano es un peligro para sí mismo. En todo caso, él no se fue solo de la clínica: estaba y está con un médico que se supone responsable. Lo importante es que no podemos saber qué le pasa a Maradona porque no conocemos sus pensamientos ni sus sueños: hay que defender la singularidad de cada persona”.
En cambio, “se da por supuesto que es ‘un adicto’ y que hay una salida, una respuesta genérica. Pero la cocaína o el alcohol no son problemas como quebrarse una pierna: son formas de goce, y poner las formas de goce de la gente a cargo de las obtusas cabezas de los médicos no es lo mejor. Mientras tanto los medios, la televisión, se llenan de gente que cree saber sobre Maradona y de abogados que opinan sobre la buena o mala praxis médica: se avanza hacia un modelo médico-jurídico de control social”.
Para Jorge Galperín, titular de Medicina Familiar en la Universidad Favaloro, el punto de partida es que “ningún paciente debe salir de terapia intensiva para irse a su casa. La externación debe ser escalonada, pasando por terapia intermedia e internación común. A veces es factible la internación domiciliaria pero bajo cuidados interdisciplinarios: el nutricionista, el enfermero, el kinesiólogo, los médicos”.
Sí, pero ¿quién se hace responsable de que las cosas sean así? “Las decisiones nunca las toma el paciente solo: está la familia y, si no, siempre hay alguien, un amigo, un compañero. Es común que el paciente quesale de terapia intensiva no pueda tomar decisiones claras porque esa experiencia de estar aislado, intubado, lo alteró. A veces los que rodean a un paciente VIP no se atreven a cuestionarlo, y hay personas acostumbradas a que sus opiniones no se discutan, pero se puede medicar al paciente, darle ansiolíticos. Pero, bueno, no debe ser fácil ser el médico de Maradona”, admitió Galperín.
En cambio, “aquí está en juego un derecho personalísimo, el de negarse a un tratamiento, el ‘rechazo informado’ –sostuvo el abogado Ignacio Maglio, titular de los departamentos jurídicos del hospital Muñiz y de la Fundación Huésped–. Maradona tiene derecho a decir que no, independientemente de sus motivos, tal como lo admiten ya los jueces cuando respetan, en los testigos de Jehová, su voluntad de no recibir transfusiones de sangre”.
Maglio señaló que “la internación compulsiva sólo puede ser un recurso extremo; en la Argentina, requiere dos certificados médicos, generalmente de psiquiatras que muchas veces siguen criterios intuitivos; en otros países este diagnóstico es objetivo y estandarizado”.
En cuanto a Maradona, “lo acusan de ‘trasgresión alimentaria’: pero esa palabra remite a normas y sanciones, y él simplemente decidió comerse un asado o una milanesa, conociendo los riesgos que corría. Acusan a su ‘entorno’ pero fue una opción autónoma que hay que respetar. Maradona le hizo una gambeta a la racionalidad médica, que supone que una persona ‘normal’ quiere curarse y que tiene el deber de curarse. Para Maradona continuar internado u obedecer la dieta pudo equivaler a aceptar una vida que no merece ser vivida, y esto –concluyó Maglio– fue su decisión”.
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