SOCIEDAD
• SUBNOTA › UN ARGENTINO QUE COMPITE
Con el Gauchito firme
› Por Andrea Ferrari
La nave “SpaceShipOne” de Burt Rutan, que ayer protagonizó el primer vuelo espacial privado de la historia, compite en el X Prize contra otros 23 grupos internacionales que desarrollan sus propios proyectos para realizar vuelos suborbitales turísticos. Uno de esos proyectos es una nave llamada Gauchito, cuyos autores son –qué duda cabe– argentinos: el equipo liderado por el ingeniero aeroespacial Pablo de León. Entrevistado recientemente por Página/12, De León ya sabía que el proyecto de Burt Rutan llevaba todas las de ganar, pero aun así explicó por qué el quid de la cuestión no es tanto el premio del concurso como el futuro que se abre después.
La premisa del X Prize, convocado en 1996, es clara: el premio de diez millones será otorgado al primer equipo que logre, con financiamiento privado, construir y lanzar una nave espacial con tres tripulantes que recorra cien kilómetros. El segundo punto es que regresen sanos y salvos a la Tierra y el tercero es que la misma nave pueda repetir el lanzamiento dos semanas más tarde. Los diez millones de premio están garantizados a través de un seguro pero sólo hasta el 1 de enero de 2005: si ningún equipo logra cumplir el objetivo antes de esa fecha, el concurso se mantiene vigente pero sin dólares de por medio. Ahora, sin embargo, todo parece indicar que el grupo de Burt Rutan cumplirá con las metas muy pronto: si bien todavía no lo hizo, ayer mostró que le falta muy poco.
El equipo argentino –único latinoamericano entre los 24 que participan– fue uno de los primeros en inscribirse, en 1997. Son algo más de 30 personas, casi todas integrantes de la Asociación Argentina de Tecnología Espacial, aunque para este proyecto trabajaron de manera independiente. De León, el jefe del grupo, es un ingeniero de 39 años que vive actualmente en Cabo Cañaveral: allí tiene una empresa aeroespacial que brinda algunos servicios a la NASA, como el diseño de trajes espaciales o sistemas de soporte para los astronautas. De esa empresa surgen en parte los fondos que se destinan al avance del Gauchito, un nombre elegido en broma que terminó por imponerse en serio. Todas las pruebas fueron realizadas en Argentina, donde también se construyó un prototipo a mitad del tamaño real. El Gauchito “es un cohete que se lanza verticalmente, tiene en la parte superior una cápsula cónica y una vez que llega a la altura máxima, la cápsula se separa y cae en paracaídas –explicó De León en una entrevista con este diario el mes pasado–. El cohete, que también es reutilizable, desciende en paracaídas de manera independiente, en ambos casos en el agua”.
El principal problema, evidentemente, son los fondos, que cada grupo debe recaudar por su cuenta. “Es un proyecto tan loco –explicó De León– que uno no puede ir a una empresa con un plan de negocios demasiado serio.” Es por eso que Burt Rutan logró sacarles al resto de los competidores un buen tranco de ventaja. Fue el primero que logró que un empresario fuerte –Paul Allen, uno de los fundadores de Microsoft– se decidiera a lanzarse con él al espacio e invirtiera al menos unos 20 millones de dólares (hay quien dice que fue más) en su proyecto.
Cuando se piensa en las cifras manejadas a lo largo de estos años, los diez millones de dólares del premio no parecen tanto. Porque es lo que está en el concepto del X Prize lo que atrajo tanto a sus participantes y no el premio: la idea de diseñar una nave económica que permita “democratizar” los vuelos espaciales es tan impactante e implica posibilidades económicas tan enormes que ante ella los diez millones empalidecen.
Hasta ahora, la única persona que se costeó un vuelo espacial fue Dennis Tito, el millonario que pagó de su bolsillo veinte millones de dólares para darse el gusto de ver la Tierra desde afuera. Pero se calcula que lospasajes de vuelos suborbitales podrían costar una cifra accesible a mucha gente. El negocio es muy tentador y por eso muchos de los equipos que tienen avanzados sus proyectos no piensan abandonar, aunque la “SpaceShipOne” haya escrito ahora su página en la historia. Entre los que planean seguir adelante está el Gauchito, que por algo lleva ese nombre.
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