Dolores Sigampa es una mujer de fuertes convicciones religiosas y ha dicho, varias veces, que ya perdonó a los nueve policías acusados por el homicidio de su hijo Ezequiel Demonty. Ayer se rompió, en su rostro, por unos segundos, la serenidad habitual. Dándose vuelta sobre la silla de los testigos, se volvió hacia el lugar que ocupan los nueve policías y les hizo la pregunta, con voz firme y los ojos llenos de lágrimas. Fue un día de emociones fuertes para la familia Demonty. A Leonardo, uno de los hermanos de Ezequiel, la voz se le apagó al recordar que había reconocido a la víctima “por un tatuaje con la letra ‘E’ en uno de sus pies y por los lunares en el tobillo”. La frase quedó apagada por los sollozos de Leonardo.
Leonardo les dijo a los jueces que la ropa que tenía Ezequiel, cuando lo vio en la Morgue Judicial, era la misma que llevaba cuando salió de su casa, la trágica noche del 14 de septiembre. “Este punto es importante, porque echa por tierra la descabellada hipótesis que está tratando de incorporar a la causa la defensa de Somohano, que busca hacer creer que Ezequiel salió vivo del Riachuelo y que lo asesinaron después”, dijo a Página/12 el abogado José Luis Vera, representante de la familia Demonty.
Además de Leonardo Demonty, también declararon otro de los hermanos, Eduardo Ramón, y la novia del joven asesinado, Gisella Jessica Martín. En su declaración, Leonardo contó que había escuchado versiones según las cuáles “era habitual que los policías de la 34ª obligaran a los chicos a tirarse al agua”. Los dos hermanos aclararon que si bien Ezequiel no era un gran nadador “al menos se defendía”. También lo señalaron como “un pibe tranquilo, incapaz de reaccionar, que nunca tuvo problemas con la policía”.