La de Red Lake es la segunda más grave masacre en colegios de Estados Unidos. Sigue a la masacre del liceo Columbine, de Littleton, Colorado, ocurrida el 29 de abril de 1999, en la que los adolescentes de 17 y 18 años, Dylan Klebold y Eric Harris, armados como Rambos, asesinaron a 12 estudiantes y un profesor, hiriendo a otros 23, para luego quitarse la vida. En octubre pasado, Carmen de Patagones se transportó trágicamente al Primer Mundo cuando el adolescente Junior, alumno de la escuela Islas Malvinas, sacó de entre sus ropas la pistola 9 milímetros que previamente había robado a su padre, suboficial de la Prefectura Naval, y mató a tres de sus compañeros, hiriendo a otros cinco. En los tres casos, la opinión pública rápidamente construyó perfiles oscuros de los culpables. La admiración por Hitler, las ropas negras y la música de Marilyn Manson, la marginación y la burla externa parecieron condicionantes. Tanto Jeff Weise como Junior tenían parientes que trabajaban con armas. Y en Li-ttleton todo el pueblo depende de una fábrica de misiles. Pero en el caso de Jeff existe otro detalle: tenía sangre indígena; en la escuela recomendaba a los otros alumnos “no mezclar la sangre con extranjeros”, idea que erróneamente deriva en Hitler y la pureza de la raza. Habrá que preguntarse, de qué otra raza intentaba defender la suya como un mesías.