SOCIEDAD
• SUBNOTA › SILVIA BLEICHMAR, PSICOANALISTA
“Una batalla grande”
› Por C. A.
“Si uno lo piensa con buena voluntad, esto puede generar un buen debate sobre los niveles de aceptación que la sociedad argentina tiene respecto de lo diferente y a sus propios prejuicios”, opina Silvia Bleichmar, la prestigiosa psicoanalista que fue consultada, entre otros expertos, sobre el rumbo a tomar en el caso de Natalia. Aunque por secreto profesional, Bleichmar no se refiere a quien fue su paciente durante algunas sesiones, explica a Página/12 su posición ante el caso de la niña cuyos padres piden a la Justicia que les permita hormonarla para en su adultez someterla a un cambio de sexo.
–¿Qué pasa cuando un psicólogo es consultado por un caso como éste?
–Lo primero que tiene que corroborar es la estructura psíquica general del niño. Qué tipo de riesgo está instalándose y qué tipo de garantía se le puede dar para una mejor evolución psíquica.
–¿De qué manera?
–Se determina con un conocimiento muy estricto de la psicopatología en tres o cuatro entrevistas. Si uno tiene una muy buena formación y buen instrumental adquirido durante muchos años puede más o menos hacer un diagnóstico presuntivo de la estructura psíquica del niño.
–¿Qué tipo de riesgos se corren con la hormonación?
–Eso lo tiene que resolver el equipo médico. Desde la salud psíquica, ni la cirugía ni el tratamiento hormonal son la garantía. La garantía es la forma con la que se le ayude a procesar su identidad junto a las limitaciones que la vida impone.
–¿Cuál es la diferencia entre una identidad travesti y una transexual?
–El travestismo no es una identidad, es una práctica en la cual el sujeto se traviste como mujer sabiendo que su anatomía es masculina, y no pretendiendo que la identidad sea femenina; mientras que en el transexual hay una convicción desde los primeros años de la vida de que la identidad es la femenina, de que hubo un error de la naturaleza en poner un cuerpo masculino a una mujer. Los transexuales asumen identidades femeninas y arman vidas de mujer, incluso con casamientos. En España pueden tener documentos de mujer sin cambiar de sexo biológico.
–En el caso de Natalia aseguran que es transexual. ¿Puede haber un error?
–No hay un solo caso. La identidad se constituye precozmente, es nuclear y no se desarticula. La propia concepción de la identidad de género no se modifica de ninguna manera así como no se modifica la identidad racial ni la identidad religiosa si no se atraviesan grandes cataclismos. No conozco casos donde se haya producido una reversión de la identidad.
–¿El entorno de una ciudad pequeña y la fama inusitada del caso pueden ser perjudiciales?
–El entorno puede ser muy lesionante. El destino depende de la ayuda psicológica, de su propio potencial, pero también del modo en que el medio colabora o arrasa con las posibilidades de un ser humano. El medio puede desconstruir a un ser humano anulando permanentemente sus posiciones identificatorias.
–Parece ser una batalla dura para Natalia.
–Es una batalla en el marco de las grandes batallas que la sociedad argentina tiene que dar para su democratización real.
–¿Las batallas que se dieron entre travestis, policías y vecinos por el Código Contravencional ayudó en este sentido?
–Hay algo muy importante que es la reivindicación que aparece por los derechos civiles, algo que durante años no fue posible para los ciudadanos. En general, la respuesta de la sociedad civil en esto que se está moviendo parecería tener un carácter bastante alentador no sólo respecto de a esta niña transexual, sino a otras problemáticas. Lo que hay que poner en el centro de esta cuestión es que lo único que los seres humanos tenemos que cuidar es lo que nos lleva al despedazamiento o a la ruptura de los nexos. Lo que la sociedad debe enjuiciar es el abuso, el maltrato, el usufructo del goce con el cuerpo del otro, pero no la forma en que los hombres y mujeres eligen vincularse amorosamente.
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