Con esta declaración, la Iglesia se enfrenta por un lado a la llamada cultura gay, dentro de la cual hay muchos católicos y cristianos, quitándole legitimidad. Por otro, toma distancia de otras confesiones cristianas que sí aceptan esa cultura gay y esas relaciones, como por ejemplo la Iglesia Luterana de Dinamarca, donde no sólo se acepta la homosexualidad, sino que además los sacerdotes se pueden casar con hombres, o con mujeres.
Esta declaración no representa algo nuevo. Ellos se están enfrentando con una situación nueva, que es la aparición de lo que denominan “cultura gay”. Lo central es que el catolicismo considera la homosexualidad no como una diferencia, sino como una alteración psicológica y considera que esa alteración, como otras que considera graves, son inhabilitantes para el sacerdocio en función pastoral con hombres y mujeres. A esto se refieren cuando hablan de madurez para relacionarse con los fieles.
En términos de política, esto es una afirmación de la intransigencia de la Iglesia Católica con determinadas evoluciones de la llamada cultura posmoderna. Se trata de la no aceptación de la idea de que todas las opciones son válidas y de que existe una ética que depende de la autonomía del individuo. Afirman la heteronomia: la dependencia de los fieles, en particular en el clero, de las normas impuestas por la Iglesia.

* Historiador. Especialista en Historia de la Religión.