SOCIEDAD • SUBNOTA › OPINION
› Por Horacio Cecchi
La muerte es horrorosa. Pero si se trata de un chico lo es más aún porque resulta más incomprensible. Y si en ella participa otro chico, el caso se transforma en un trauma difícil de digerir. La muerte de Julito Salinas, de 12 años, tuvo esas características. Pero en esta ocasión no es esto lo que lo transforma en un caso paradójico sino que los hechos parecen haber trastrocado ciertas costumbres.
Primera pregunta: ¿qué diferencia a los Salinas de otros casos que promueve tan tenazmente el ingeniero Juan Carlos Blumberg? Primera hipótesis: que los Salinas viven en un galpón abandonado, junto a las vías, el padre es cartonero y Julito jugaba en la calle.
Segunda pregunta: ¿por qué resulta improbable que la muerte de Julito Salinas sea levantada como bandera de un reclamo contra la inseguridad tal como suele hacer el ingeniero Blumberg? Segunda hipótesis: porque los Salinas viven en un galpón abandonado, junto a las vías, el padre es cartonero y el chico jugaba en la calle. Porque el victimario vive en una casa de tres pisos, sobre la calle Honduras y no en la vía; tal vez porque sea hermano de un policía aunque esto no sea suficiente prueba; porque la familia del victimario perdió un vidrio de los treinta que tiene desplegados sobre la pared agredida, y la familia de la víctima no tiene vidrios en ninguna parte porque el galpón donde vive no tiene ventanas sino agujeros.
¿Queda por preguntarse cómo se instalará, en este caso, la idea de la impunidad, tan utilizada a la hora de reclamar contra la “delincuencia”? Dicen: “Nadie se preocupa por los derechos humanos de las víctimas”. Me da curiosidad saber cómo se articulará aquella tremenda sentencia. La oportunidad para que lo hagan es inigualable a menos que la Justicia no sea para todos o sea para casi nadie.
En el caso, existe una similitud con aquellas muertes en la escuela de Carmen de Patagones y con la del caso Bragagnolo: que sus protagonistas, víctima y victimario, tienen menos de 18 años. Puede para algunos resultar difícil digerir que un adolescente no puede jamás ser tan responsable como lo es un adulto de sus actos. Pero jamás podrá serlo, precisamente porque es adolescente. No se le debe quitar responsabilidad, sino que a su responsabilidad se le deben quitar esos años que le faltan para ser adulto.
En esta horrenda muerte cabe preguntarse si los Salinas recibirán la visita de Blumberg en el galpón abandonado, junto a la vía.
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