SOCIEDAD • SUBNOTA
› Por Pedro Lipcovich
“Durante los 13 meses que Chain estuvo prófugo, nosotros estuvimos desesperados”, recuerda Roberto Almeida, que era el esposo de Ana María Domínguez cuando ésta fue asesinada por encargo de su primer esposo, el médico policial Nicolás Chain. “Vivíamos con custodia permanente, todo el tiempo bajo protección policial, tanto yo como la nena, que entonces tenía cinco años.” La chiquita es hija de Ana María y Roberto.
“Chain era un tipo muy poderoso y muy peligroso. En el juicio se pudo demostrar que había hecho varias instigaciones previas. La primera fue en 1998, cuando Sayavedra, mandado por Chain, había robado en el departamento donde vivía mi señora. Después nos habían tirado ácido, a un vehículo cero kilómetro que yo tenía”, cuenta Almeida.
“A Chain nunca debieron haberlo dejado en libertad. Un mes después del asesinato, ya estaba detenido, pero lo soltaron. Cuando quiso, se dio a la fuga. Gracias a Dios no nos pasó nada.”
Además de peligroso, Chain era poderoso porque “tenía por detrás un aparato logístico y económico fuerte. Y también tenía aval político. Mientras estuvo prófugo, lo encubrían varios personajes importantes de la zona de Luján”, denuncia Almeida.
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