Lun 15.07.2002

SOCIEDAD • SUBNOTA

Profanadores y policías

Por Raúl Kollmann

Esta historia ya la conocemos. Cada vez que hay un momento de convulsión en la Policía Bonaerense se produce una espectacular profanación de tumbas. ¿En qué consiste ahora la convulsión? En que designaron como ministro de Seguridad y Justicia a Juan Pablo Cafiero, un hombre que no cayó bien en la fuerza: “Siempre estuvo en contra nuestro. Estamos cansados de que nos cambien las instrucciones. Con Ruckauf teníamos órdenes de mano dura; después se relajaron un poco las cosas, trascartón el enfrentamiento con los piqueteros y ahora lo meten a Cafiero, un garantista”. La frase la pronunció ante este diario un ex comisario que creció en la Bonaerense con los grandes negocios y el gatillo fácil.
Esta semana quedó la sensación de que la Bonaerense estaba en una especie de huelga general.
- Se empezaron a multiplicar los secuestros express, incluyendo el primer caso de un extraño asesinato cometido después de que la familia pagó el rescate. No es que los policías salen a secuestrar, pero las bandas saben que “hay vía libre”.
- Un sórdido crimen por encargo en el Parque Pereyra Iraola. Esposaron a la víctima a un árbol y lo ejecutaron. El fusilamiento estaría vinculado con una banda en la que hay participación de uniformados.
- Tras varios meses en que los asaltos a bancos eran aislados, porque en las cajas hay poco dinero, el jueves se produjeron en el Gran Buenos Aires dos robos al mismo tiempo. ¿Otra vez la vía libre?
La investigación de las profanaciones de tumbas, realizada por este periodista y un grupo de colaboradores para el libro Sombras de Hitler, dejó en claro que los ataques a los cementerios siempre fueron obra de policías bonaerenses. La metodología era la misma: oficiales o suboficiales le pagaban 50 o 100 pesos a un grupo de jóvenes, generalmente habitantes de villas, para que a la noche fueran a destruir tumbas. Hay algunos casos en que los contratados denunciaron a los policías y en un hecho, dos efectivos reconocieron haber pagado una profanación. ¿Cuál era el objetivo? Ahondar la convulsión, demostrar que se necesita otro jefe u otro ministro, sugerir que sólo alguien de la propia tropa puede poner orden. El delito de profanar tumbas no deja dinero, el objetivo es el mensaje.
Como con los cementerios judíos, ahora el ataque fue contra las tumbas islámicas. La idea es crear impacto internacional y que el ministro Cafiero esté en la picota.
La sociedad no puede mirar para otro lado. Debe solidarizarse con la comunidad islámica y que de una vez por todas se termine la impunidad para los profanadores. Que vayan presos tanto los que pusieron la mano de obra como los que les pagaron.

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