SOCIEDAD • SUBNOTA › DONDE LA ENTRADA AUMENTA SEGUN EL COLOR DE PIEL
Hoy su fachada está sembrada de fajas de clausura preventiva que obligan a detener el paso al transeúnte más desprevenido. El boliche La Casona fue en sus albores el escenario elegido por bandas de rock de la talla de Soda Stereo y el destino de miles de jóvenes que cruzaban todos los sábados largas distancias para disfrutar de los recitales con figuras populares. Hoy, aunque continúa siendo la opción de muchos adolescentes y músicos, su nombre está más asociado al patoterismo, el maltrato y la violencia.
Por los mismos pasillos dorados por los que ingresaron las estrellas del rock a partir de la década del ’80, en la actualidad circulan bandas de la misma importancia y convocatoria. El dueño del boliche, un empresario de Lanús vinculado con el intendente local Manuel Quindimil, logró llevar a sus escenarios en dos oportunidades a Babasónicos y luego al grupo Miranda! De todas formas, sus shows no se restringen a las personalidades del rock sino que el empresario amplió el abanico de posibilidades a los grupos de cumbia.
Para sorpresa de algunos que concurren habitualmente al boliche, grupos como La Nueva Luna y Damas Gratis marcaron el ritmo de la noche lanusense. El sábado pasado, horas antes de que el joven mendocino recibiera la golpiza que le provocó la muerte, se había presentado el grupo santafesino Los Leales.
Aunque es la primera vez que ocurre un episodio de violencia de tal magnitud, los excesos en la ejecución del derecho de admisión eran una conducta común y corriente. De acuerdo con testimonios de comerciantes y vecinos que viven en las cercanías del boliche, ubicado en 25 de Mayo 77, pasar el vallado de patovicas dependía de la suerte, de la vestimenta o del dinero que se tuviera en ese momento. Era usual que los propios patovicas duplicaran el precio de la entrada a los jóvenes morochos o aquellos que usaran capuchas o gorras, lo que llevaba el monto de la entrada de 10 pesos a 20 o 25 pesos, según la benevolencia del personal. Lo más común era que los chicos rebotaran en la puerta sin razón alguna.
A las fuertes restricciones en el ingreso, se sumó hace un par de años la presencia de seguridad privada repartida en la extensión de sus amplias instalaciones. Al mismo tiempo que distribuía personal vestido de marrón por el boliche, el dueño prescindía, según versiones de comerciantes de Lanús, de los servicios de la policía local por considerar que su sola presencia en las cercanías daba “mala imagen” al boliche.
Durante estos 30 años de actividad nocturna, La Casona se mantuvo en pie y salió triunfante de la crisis posdécada del ’90, a diferencia del cimbronazo que provocó en otras localidades. Ahora habrá que esperar a saber si sale ilesa de las consecuencias de que en su interior se haya derramado la sangre de una persona indefensa.
Informe: Elisabet Contrera.
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