Dom 18.02.2007

SOCIEDAD • SUBNOTA  › LA SOCIOLOGA SUSANA TORRADO ANALIZA LA “FAMILIA GAY”

“El camino no va a ser corto”

› Por Andrés Osojnik

Es licenciada en Sociología por la Universidad de Buenos Aires y doctora en Demografía por la Universidad de País. Susana Torrado es la académica que investigó con mayor profundidad el desarrollo de la familia en el país. Fruto de ese trabajo es su monumental Historia de la familia en la Argentina moderna (1870-2000), que estudia las transformaciones de la institución familiar. Con ese bagaje y entrevistada por Página/12, analiza la viabilidad de la figura de la “familia gay” en la sociedad argentina y advierte sobre las dificultades para su aceptación, pese a los resultados alentadores de la encuesta de Analogías. “Este sondeo es para alegrarse, aunque el camino por recorrer es muy largo”, sostiene.

–¿Qué grado de aceptación considera que tiene la figura de la “familia gay”?

–Falta mucho para la aceptación. Así como los homosexuales iniciaron su lucha por el orgullo, es decir contra la discriminación por el hecho de ser homosexuales, recién ahora está empezando la posibilidad de que se los reconozca como familia. Hay una mayor posibilidad de que se los reconozca en la figura de la “unión civil” o el “pacto de cohabitación”. Ahí ya hubo un cambio en la opinión pública. Pero distinto es que se los reconozca como familia con iguales derechos que una pareja heterosexual. Eso está empezando, pero el camino no va a ser corto.

–Hay un grado mayor de aceptación de la unión civil que de la posibilidad del matrimonio.

–Yo no veo que haya grados. Es una cosa completamente distinta. La unión civil es un acuerdo entre dos personas, con derechos limitados, principalmente referidos a la cobertura social. Muy distinta es la percepción que la opinión pública tiene de una familia, el matrimonio tradicional, con la posibilidad de adopción, por ejemplo. Una familia y la unión civil son vistas como cosas totalmente diferentes.

–La Comunidad Homosexual Argentina tiene presentado en el Congreso un proyecto de unión civil que equipara todos los derechos al matrimonio homosexual, incluida la adopción, pero mantiene el nombre de “unión civil”. ¿Cree que esa figura es viable socialmente?

–No conozco ese proyecto, pero yo creo que tendrá dificultades si prevé que dos homosexuales tengan la posibilidad de adoptar. Si hay posibilidad de adoptar, que se llame unión civil o matrimonio es secundario. Todo esto es un debate que parece que se inicia, es un buen comienzo, pero no va a ser fácil.

–Usted cree entonces que el gran escollo es la posibilidad de adopción.

–El reconocimiento como matrimonio a personas del mismo sexo va contra las enseñanzas seculares de la Iglesia, de las iglesias. El matrimonio está íntimamente ligado a la figura de un hombre y una mujer. Y el escollo principal es efectivamente la adopción, porque el imaginario está teñido absolutamente con la idea de que la protección del niño se da por dos padres heterosexuales. Entonces, dos personas homosexuales pueden llegar a casarse, pero no adoptar un niño. De todos modos, la opinión pública no es homogénea, sobre todo no es igual la percepción en la ciudad de Buenos Aires que en el interior del país. La sociedad en Buenos Aires es más amigable, más friendly, como le llaman ellos, a la comunidad homosexual y sus derechos.

–Justamente, la unión civil empezó en Buenos Aires.

–Claro, esa aceptación de un homosexual como una persona íntegra, que elimina la imagen de enfermedad existe, pero creo que ni siquiera en la Capital hay un reconocimiento del derecho de adoptar niños. Esto sucede acá y en todo el mundo... Países en los que hubo un proceso de cohabitación, pasando por un avance de los derechos hasta el reconocimiento de la posibilidad de casarse no llegaron a la adopción. Hasta en estados europeos muy avanzados que aceptan el matrimonio no aceptan la adopción.

–¿Se puede equiparar el rechazo al matrimonio gay a situaciones históricas de discriminación de otro tipo de constituciones familiares?

–Históricamente, primero apareció el concubinato como una figura fuertemente estigmatizante, de clase baja. La cohabitación se fue extendiendo luego cada vez más a las clases medias y finalmente la unión sin papeles perdió totalmente lo estigmatizante. Antes los concubinos eran una especie de lacra, hoy hay una reivindicación de las uniones sin papeles. Lo mismo pasó con la separación. Actualmente está licuado el estigma del separado. Pero el proceso con la familia homosexual va a ser mucho más fuerte, es un fenómeno totalmente diferente, porque es necesario cambiar la percepción social de madre y padre vinculado fuertemente al género. Es mucho más difícil. No es imposible, hay una parte de la sociedad argentina muy evolucionada.

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