–¿Qué estrategia considera que se debería desarrollar en Argentina para llevar el debate por la despenalización del aborto al Congreso?

–Argentina tiene, por un lado, un nivel de argumentación jurídica y de discusión muchísimo más avanzado que México y, por el otro lado, un mayor peso de la Iglesia Católica que el que tenemos nosotros. La Iglesia Católica pesa en toda América latina, pero hay países que en un momento determinado han hecho una separación de Estado laico. Aquí es impresionante el peso que tiene la jerarquía eclesiástica y tienen una Iglesia muy atrasada. No veo grupos de católicos progresistas como la asociación de Católicas por el Derecho a Decidir.

–Aquí está, pero son un grupo muy pero muy pequeño.

–Y no se las ve. También en México son un grupo minoritario pero publican material, hacen ruido, salen en la televisión. Allá hay una presencia de un catolicismo progresista que aquí no veo. Aquí la gente no se asume como católica, parecería que es mucho más liberal, pero al mismo tiempo permite que la Iglesia intervenga mucho más. Eso me sorprende. En términos de discusión política, el ministro de Salud argentino es una maravilla. En estos momentos, México tiene uno absolutamente conservador, nada que ver con el anterior, que era mucho más parecido a Ginés González García. Han tenido fallos de jueces muy progresistas, con muy buen discurso. Lo que he visto, no sólo en América latina, sino en todo el mundo, es que los cambios legislativos se van consiguiendo con presión ciudadana con movilizaciones en la calle o con litigios estratégicos a partir de demandas individuales. En Colombia se logra la despenalización con la abogada Mónica Roa metiendo un recurso por anticonstitucionalidad. Mi impresión es que aquí una clase media muy amplia como es la de Argentina resuelve el problema del aborto muy individualmente. Aunque Ginés González García habla de las consecuencias del aborto ilegal como la mortalidad materna, todavía no ha filtrado lo suficiente su discurso como para que los grupos políticos y los sindicatos lo tomen como una bandera.