SOCIEDAD • SUBNOTA › LOS POLICIAS CONDENADOS POR LA MASACRE
› Por Carlos Rodríguez
Además de rápidos en el manejo del gatillo, los tres policías condenados por la Masacre de Ingeniero Budge demostraron ser también veloces a la hora de darse a la fuga. Isidro Romero fue el menos eficaz, pero igual cayó preso recién el 9 de octubre de 1998, es decir once años después del triple crimen. El segundo en morder el polvo fue Jorge Miño, detenido el 19 de septiembre de 2006, mientras que el principal acusado, Juan Ramón Balmaceda, fue encontrado por la policía el 2 de noviembre del año pasado. Los abogados querellantes siempre denunciaron que los tres condenados tuvieron protección de los colegas que tenían que buscarlos. Por esa razón, en los casos de Balmaceda y Romero, las organizaciones barriales y los abogados querellantes realizaron un sinfín de investigaciones, por su cuenta, en algunos casos desopilantes, para dar con los prófugos.
Sergio Smietniansky, de Correpi Sur, estaba terminando la primaria cuando ocurrió el triple crimen. Ya recibido de abogado, se sumó a la tarea que hacía León Zimerman. “Hubo nueve campañas de búsqueda. Se hicieron afiches con las caras de los tres y se dieron los correos electrónicos y la dirección de la Liga por los Derechos del Hombre. Recibimos mucha carne podrida, pero también algunos datos ciertos que nos permitieron hacer un seguimiento muy cercano, sobre todo de Balmaceda y de Romero”, explicó Smietniansky a este diario.
En abril del año pasado, Ramona Quintero, la madre del chico Aredes, llegó a amenazar con encadenarse a la puerta del Ministerio de Seguridad bonaerense si los condenados seguían sin aparecer. A los pocos meses cayeron Miño y Balmaceda. Por cumplirse ahora los veinte años, la causa podría prescribir y los condenados quedar absueltos. En el caso de Balmaceda, una comisión de abogados y amigos armaron “un mapa de la familia de Balmaceda”. Tenían las fechas de los cumpleaños y direcciones de distintas casas familiares a las que concurrían, en algunos casos fingiendo ser simples vendedores de pan casero. Se paraban en la vereda para ver si podían sorprender al prófugo durante alguna visita fugaz.
La familia de Balmaceda tenía una casa en la zona de Don Orione y un hijo del entonces prófugo es miembro de la Policía Bonaerense, en Necochea. A Miño lograron ubicarlo en la zona de Santa Marta, Lomas de Zamora, pero se les escapó por poco y lo atraparon en Virrey del Pino, partido de La Matanza. El episodio más curioso ocurrió cuando trataron de interceptar a un presunto Balmaceda que era en realidad un sosías. Por por temor a un incidente violento, el Toto Zimerman llevó un arma. Todos estaban angustiados y él los tranquilizó: “Quédense piolas que soy muy buen tirador”.
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